John es abogado, se recibió hace poco y vive en un departamento pegado al mío. Jennifer era «roommate» de John hasta que Mich (quizás Michel) le propuso el concubinato. Jennifer es rubia y alta y Mich es grandote con barba negra y larga. Siempre me conversaban con paciencia en los largos viajes de ascensor hasta o desde el quinto piso y denotaban un marcado interés con mis vivencias. La pared del que fuera dormitorio de Jennifer y la de mi living son la misma. Jennifer gritaba durante sus orgasmos y muchas veces sus sonidos se mezclaban con la película que estábamos mirando. Por suerte no tenían sexo durante el día y sus sonidos nunca se fusionaron con los dibujos animados favoritos de mi hija.
—Papá, Arthur dice cosas raras y Francin debe tener asma, le cuesta respirar, ¿qué pasa papá?
No, nunca pasó.
Desde hace más de un año que supongo la posibilidad de hacerme amigo de John, pero la situación no se ha dado aún. John también me conversa con paciencia y se esfuerza por entender mi inglés a la vez que me perdona comentarios tal vez desagradables producto del mal manejo que tengo del idioma.
Laura (Lora) tiene cara graciosa, no es fea, pero sus facciones inspiran simpatía y su sonrisa acompaña las primeras. Vive hace unos meses con John aunque creo que no son pareja. También Cynthia se mudó con ellos y no tengo idea con quién comparte la habitación. Es peticita y usa anteojos con marco negro, muy alternativos, que hacen juego con sus rubios pelos cortos y parados.
Hasta la semana pasada pensé que John se había mudado, pero no, el sábado pasado tocó mi puerta para avisarme que por la noche estarían de fiesta y que tratarían de hacer poco ruido. Con un «no hay problema» de mi parte y un «ven a la fiesta» de la suya nos despedimos esa tarde.
No fui a la fiesta y no hicieron mucho ruido, al menos no tanto como la noche del «pijama party» donde si debí apersonarme y presencié escenas dantescas. Esa noche, alrededor de la una, el ruido no me permitía dormir y toqué la puerta para pedirles silencio. Me atendió John en calzoncillos y luego de pedirme disculpas me ofreció una cerveza. En la sala, mujeres en remera y bombacha y hombres en calzoncillos bebía a destajo y escuchaban música. Me saludaron con un «Hi» y me olvidaron, al igual que John.
En un momento una de las chicas se paró sobre una silla contorneando sus caderas y con una botella de bebida blanca en la mano derecha. Los invitados comenzaron a aplaudir mientras la protagonista subía y bajaba su cuerpo de forma sensual. La chica elevó la botella, la empinó sobre su boca y comenzó a beber a la vez que todos zapateaban y aplaudían.
—Ese es el ruido —le dije a John.
—No hay problema, perdón, esta fue la última vez —me aseguró.
Como todos me ignoraban y terminé mi cerveza, me despedí. Ya no hicieron más ruido y pude dormir.
Tras la pared de mi living alguien exterioriza su gozo de vez en cuando, solo sé que ya no se trata de Jennifer y su novio. ¿Serán John y Cynthia? ¿Laura y John? ¿Laura y Cynthia? ¿Los tres? ¿John y su novia? ¿Cynthia y su novio? ¿Cynthia, Laura y su novio? ¿Quiénes serán?
Ya no es lo mismo escuchar los sonidos, pero el interrogante que se ha sumado le agrega un condimento especial.
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