Sobre cómo no pude escribir una reseña del nuevo CD de Shakira

«Escríbeme una reseña sobre el disco de Shakira», me pidió el editor del Cojo. Por supuesto que se supone que lo tenía que bajar gratis por internet, ni modo que el periódico invierta en tal «joya» cultural como es el último disco de la diva colombiana, «Fijación Oral: Volumen 1».

Lo peor de este álbum no es el disco en sí, sino el saber que es el «volumen 1», lo cual supone el horror de que va a haber otros volúmenes por parte de la Jennifer López colombiana. Mejor hubiese sido que lo sub-titulara «volumen 1 de 2» y así saber con precisión cuando vamos a salir del martirio.

Pero bueno, vamos a los hechos y así salimos de esto lo más rápido posible. Tampoco es que se puede esperar algo de Shakira, quien no es más que un producto del sistema que todos detestamos alguna vez. La diva colombiana empezó su «carrera» a los trece años, cuando firmó un contrato con Sony Music Colombia. Luego de dos discos desconocidos («magia» y «peligro») vino el famoso «Pies descalzos», que la lanzó al estrellato latino. Siguió «¿dónde están los ladrones?», algunos premios Grammy y un mediocre unplugged que es de los pocos discos que no te compran las tiendas de discos usados, aparte del disco del niño rapero francés Jordy, «dûr dûr d’être bébé».

La verdad que hasta allí todo iba bien. Shakira no me molestaba, hasta me parecía interesante su look de jeans rotos y pelo negro largo. Lo de la guitarra nunca lo entendí ya que ella, al igual que María Conchita Alonso, portaba un instrumento que nunca tocaba. La «artista» hasta acá era una burla, sin la madurez musical ni la calidad de una Andrea Echeverri (de los Aterciopelados), pero con suficiente melodía e ingenuidad como para que soportaras el disco en el consultorio, mientras esperabas tu turno en el dentista.

Sin embargo, después empezó la campaña para lanzar a Shakira durante la explosión de la «música latina». Sólo hacían falta unos mercenarios agalludos como los Estefan, capaces de pintarle el pelo de rubio (¿?), hacerle perder unos kilos y producir el peor video en décadas con «Whenever, Wherever». Si esto y Ricky Martin eran música latina… Bueno, como diría Shakira, whatever, con tal de hacer unos pesos.

Algunas de mis amigas alguna vez trataron de explicarme que Shakira era «inteligente», aunque les mostré lo contradictorio que sería imprimir su nivel de I.Q. (coeficiente intelectual) en la contraportada del disco. Poco importa, después de todo lo único que es obvio es que el I.Q. de los que compran el disco está por debajo de la media de un ser normal y pensante. De todas maneras, en lo personal nunca entendí esta obsesión de las divas pop por «mostrar» su inteligencia, como Alanis Morissette dándole «gracias» a Jean Paul-Sartre y al Dalai Lama en una canción. Lo que la gente tiene que reconocer es la contradicción entre afirmarse «inteligente» utilizando medios que afirman todo lo contrario. En el caso de la colombiana, le agradezco me haya ahorrado la «tortura» suplementaria de explicarme que es «inteligente» y que va más allá de las demás rubias divas pop con la capacidad analítica de una amiba.

Sin embargo, hay algunos puntos fuertes en la cantante. No se puede negar que canta bien, tiene un tono de voz sorprendente y es bastante afinada. ¡Qué lastima, que hoy en día hayamos llegado a tales criterios! O sea, se supone que es cantante, es más, artista; ¿no representa «cantar bien» lo mínimo indispensable? Lo siento, pero esto no es suficiente como para que compre el disco.

Claro que la producción del disco parece impecable, o lo mejor que el dinero pueda comprar, tampoco me convence esto de siquiera bajar el disco en MP3 .

Mi problema es que «Shakira» es una entelequia. No existe. No hay una persona llamada «Shakira», lo que hay es un invento publicitario tramado por algunos ejecutivos del mundo musical para convertir a una pobre inocente en un experimento fallido de tinte de pelo y quitarnos nuestro dinero en el intento. Al final, no puedo sino compadecer a la pobre colombiana, víctima de toda la maquinaria. Si ella es «inteligente» o «buen músico» nunca lo sabremos. Lo único a lo cual podremos acceder es al producto «Shakira», algo muy distante del talento perdido en la neblina comercial.

De todos modos, no es como que estamos descubriendo el agua tibia. Shakira es un «sell out» desde hace tiempo y nadie puede decir lo contrario. Lo que sorprende acá es la lista de co-responsables. El primero en la lista es «metro y medio» Alejandro Sanz, pseudo-poeta que demuestra su sadismo torturándonos hasta el cansancio en la canción promocional. Es extraño como la gente que me explica que Sanz «es poeta» falla al momento de dar base poética alguna; más que todo tienden a ser niñitas de menos de veinte que nunca leyeron a Benedetti o Baudelaire.

Pero tengo que decir que el que más me duele de toda la lista es Gustavo Cerati, implicado quién sabe cómo en todo esto. La única explicación posible es que Gustavo esté pegado en cocaína peor que Maradona cuando jugaba con el Nápoles. Se me ocurre que el antiguo líder de Soda Stéreo tiene un mono de cocaína tan grande con la mafia colombiana que esta fue la única forma que consiguió para pagarlo. Es lo único que justificaría su aparición en todo este lío.

En fin, si usted quiere hacerse una idea del nivel de este producto musical, lo único a lo cual tiene que hacer referencia es a la portada. Aquí conseguimos a la diva sobre fondo rojo con un bebé en los brazos quien está tratando de ahorcarla con su pendiente, obviamente porque acaba de escuchar el disco. Arriba, el título, «fijación oral» explica por dónde va la cosa.

La fijación oral es una de las etapas del desarrollo según Sigmund Freud (Shakira es «inteligente», ¿recuerdan?). Lo que no entiendo es qué tiene que ver un bebé que no se puede dar abasto con los senos de Shakira con su disco. Claro que es un buen concepto. No se le pueden pedir peras al olmo, ni que Shakira haga discos metafóricos o profundos como The Who o King Crimson. Vamos, esto es pop: Una portada como El lado oscuro de la luna no vende discos.

Pero podemos jugar un poco con el título, ¿no? Ya que me hicieron reseñarlo, déjenme ser un poco creativo, algo extraño en cualquier cosa que tenga que ver con Shakira. Yo creo que este disco puede funcionar como un ejemplo que engloba todo lo que el pop femenino es. En ese sentido, ya que Shakira es «inteligente», yo le sugiero hacer referencia no a Sigmund Freud sino al filósofo Friederich Nietzsche. Este tituló su arrogante biografía como «Ecce Homo: O cómo se llega a ser lo que se es». Tomando prestado del filósofo y dándole un giro al título original, propongo que el disco de la colombiana se llame «Sexo oral: O cómo llegué a ser lo que soy», ya que si de talento se trata, digamos que me parece que mi método es más efectivo para conseguirle contratos disqueros a Jessica Simpson, Cristina Aguilera y Shakira.

Por ahora, cuando voy al abasto o me monto en un ascensor donde suena el opus de la diva colombiana, no puedo dejar de pensar, qué talento, hermana. Oral, quiero decir. Mire que hay que darle durísimo a la mandíbula para llegar tan lejos. Y eso sí que es digno de mi admiración.

Shakira, «Fijación oral: Volumen 1»

Categoría «A»: «A» regalar en el próximo intercambio de amigos secretos…si te toca tu peor enemigo.


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