Muere el único casero querido por sus inquilinos

El 24 de febrero de 2006, pasó a mejor vida en Beverly Hills, California, Don Knotts, el entrometido casero de la serie de televisión «Tres son multitud». Recordado por sus ojos saltones, cómicas indiscreciones y falta de tacto (así como sus horrorosas chaquetas a cuadros), Knotts, mejor conocido como Ralph Furley, se marcha con el honroso titulo de ser el único casero de la historia de la humanidad que era adorado por sus inquilinos.

«No sé que tenía el señor Furley,» comentó Chrissy Snow, una despampanante rubia a la que los vecinos parecían evitar, «pero todos lo encontrábamos irresistible. O sea, en realidad era insoportable, y más de una vez lo descubrí espiando por mi ventana. Pero creo que tenía que ver con la rapidez con que solía destapar cañerías. Haciendo eso era todo un genio». El día de su desaparición, todos los vecinos notaron su ausencia. El complejo habitacional donde trabajaba demasiado silencioso para ser cierto. Y aunque al principio todos se regocijaron al pensar que Furley se había ido de vacaciones, la alegría se convirtió en confusión y más tarde en abatimiento cuando las malas noticias llegaron a sus odios.

Con ojos llorosos, la roommate de Snow, Janet Wood, asistió al velorio acompañada de su última conquista, el ya envejecido playboy Larry Dallas, quien tras años de dar en mismo clavo por fin logró enterrarlo. «Yo adoraba al señor Furley. Era parte de nuestra vida tanto como nosotros lo éramos de la suya. Más que vecinos éramos hermanos y amigos. De hecho, podría asegurar que como casero era un millón de veces mejor que los Roper.»

«Su perdida,» interrumpió Dallas, «es muy sentida, sobre todo por la aún reciente muerte de nuestro amigo Jack Tripper. No lo entiendo, se muere Jack, se muere el señor Furley, por Dios, hasta se muere Maxwell Smart. ¿Por qué mejor no se muere Chrissy u Osama Bin Laden? Esos andan por ahí tranquilitos sin que los cague un pajarito. Es injusto.»

Chrissy Snow, nos comentaron los Dallas, había caído en desgracia con ellos por disputas sobre las rentas de un apartamento que habían comprado en conjunto. «La muy perra,» comentó Wood, «creía que merecía más plata que nosotros sin ninguna razón». Y volviendo a si misma concluyó conmovedoramente «Pero no hablemos de eso, hoy es del señor Furley, nuestro adorado casero.»

El velorio se desarrolló sin mayores inconvenientes, pero alrededor de las tres de la tarde, entraron al recinto unos saboteadores que intentaron volver locos a los presentes.

Llamando a Furley «Barney Fife», un tal Andy Griffith retó a los desconsolados familiares y amigos a comprobar que el hombre en la urna era el que ellos decían.

«Por Dios, yo conozco a Barney desde los años cincuenta y lo reconocería con los ojos cerrados. Este no es ningún Furley, ¡este es mi ayudante de comisario!» gritó Griffith fuera de control.

«Que Barney ni que ocho cuartos, este es Les Calhoun, el vecino de Matlock». Le respondió otro recién llegado desde atrás.

«¿Qué?, por Dios, este hombre ganó cinco Emmys, ¿cómo va a ser un casero?»

Hasta unas palomas vestidas de uniforme osaron levantar la voz reconociendo a Furley como el Mayor Turkey Lurkey, en uno de los momentos más sorprendentes en la historia de Beverly Hills.

El caos solo se detuvo cuando intervino el ministro oficiando el velorio, quien convenció a los asistentes de calmarse y honrar al fallecido cada uno a su manera.

«A veces los humanos vivimos varias vidas independientes,» Dijo el ministro, «y aunque no sabemos las razones que llevaron a nuestro amigo a hacerlo, lo importante es saber que en cada una de ellas era un miembro querido de la comunidad. Un hombre decente que disfrutaba con hacernos reír y que nunca hizo daño a nadie. Sea como sea que se llame, Barney, Ralph o Mayor Turkey Lurkey, le deseamos un buen viaje».

Las emotivas palabras calmaron a todos, excepto a un tal Matlock, quien tenía un increíble parecido con Griffith.

«Burley mis cojones,» dijo Matlock asomándose dentro de la urna. «Este es mi vecino donde lo pongan. Voy a llegar al fondo del asunto». Y ante el asombro de todos sacó una botella de Southern Comfort y echó un chorro en el piso antes de darse un trago.

«Bueno amigo, esta es por ti, nos vemos pronto». Dijo Matlock limpiándose la boca con la manga de su chaqueta mientras salía de la funeraria llorando desconsoladamente.


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