Arctic Monkeys: el nuevo fenómeno de rock británico

…y llegaron, como caídos del cielo, los Arctic Monkeys. Pocas veces se había visto un plebiscito tan grande a favor de una banda en la prensa inglesa. Un periódico los llamó «la banda más importante de nuestra generación» y colocó su primer disco «Whatever people say I am, that»s what I»m not» como el quinto mejor disco en la historia del rock británico —todo esto durante la primera semana que la producción salía al mercado.

Es casi una verdad histórica: cuando las ventas de discos andan mal y se pretende reinventar el rock, se apuesta a lo británico. Es bien sabido que los hijos de la reina de Inglaterra tienden a ser más «interesantes» cuando se habla de explorar progresiones e innovar musicalmente, aunque casi siempre funcionan como remolque a la retahíla de bandas americanas que suelen venir después, marchando los caminos musicales que ya se abrieron y muchas veces triplicando y cuadruplicando las ventas de sus hermanos del Reino Unido.

Por supuesto que no quiero afirmar el disparate de que las bandas norteamericanas son menos talentosas; nada más alejado de la realidad. Pero por cada genio a lo Hendrix habrá luego doscientas bandas de imitadores, copiadores y usurpadores que suelen salir de la maquinaria discográfica para crear ganancias alternas. Que la mayoría de estas bandas residan en los U.S. of North America es obvio, dada la diferencia en la talla de las industrias discográficas. La realidad histórica es que, entre Hendrix y Hendrix, suele darse apertura a bandas de rock provenientes del viejo continente que hacen historia en la musica rock-pop americana.

Digo «rock-pop» porque me parece que son cosas distintas: una cosa es Radiohead y otra muy distinta Coldplay. Por cada Porcupine Tree hay un Oasis. No implico tampoco que se desmerezca el talento de la banda, lo que digo es que están orientados a públicos muy distintos y que las disqueras, que entienden esto muy bien, no tratan de venderle un disco de Radiohead a las niñas de quince, público primordial más no exclusivo de las bandas «rock-pop».

En todo caso, ya sea por agotamiento de los mercados, fastidio creativo o el fantasma de las  descargas «ilegales» en internet, la gran sensación musical de los años a venir parecen ser los Arctic Monkeys. Si leemos entre líneas lo que pasa en el mundo discográfico, los A.M. están destinados a ser el próximo fenómeno musical británico después de Oasis.

Por un lado, la «escena británica» (entendida como venta de discos a nivel internacional) viene trastabillando hace tiempo. Después de la autodestrucción de la antes mencionada Oasis, bandas como Blur a duras penas lograron recoger las migajas en ventas a nivel internacional; tanto así que después de su último disco (Think Tank) el cantante Damon Albarn parece más interesado en su proyecto personal, Gorillaz, que en cualquier otra cosa (y no se le puede culpar).

De hecho, vale la pena recordar que las disqueras comenzaron a frotarse las manos cuando Radiohead sacó «OK Computer» y pareció poner fin al marasmo post-grunge de fin de los 90. Pero su música no era para nada main-stream o comercial, en ese sentido, cada disco parecía serlo menos (recordemos la progresión Pablo Honey, The Bends, OK Computer); y su decisión de alienar a todos los fans «pop» (como declaró la banda) sacando dos discos oscurísimos aunque geniales (Kid A e Insomniac) en nada iba a ayudar a los empresarios de las disqueras a llegar a quince y último.

Por eso es que en los últimos años hemos asistido a la búsqueda empresarial de la próxima gran banda comercializable (o comercial, aunque no es lo mismo) inglesa. Coldplay, como bien dije, hizo el affaire un rato, recuperando muchos jóvenes blancos metidos de cabeza en el hip-hop y ofreciendo alternativas al «niu-metal» norteamericano que tan rápido como nació parece estarse muriendo (por gracia o desdicha, dirán algunos). No creo que sea demasiado severo afirmar que, si se escucha Coldplay fríamente, hay algunos temas que parecen querer ser un Radiohead light, exactamente lo que convenía a los empresarios.

Mientras tanto, en la movida británica Más reciente, nuevas bandas empezaron a hacer aparición. The Libertines era, por supuesto, la banda llamada no sólo a invadir el mercado mundial, sino a re-oxigenar el rock británico en todos sus niveles. Alabada por los críticos, adorada por la fanaticada, The Libertines logró darle voz a una generación de jóvenes británicos desesperada en encontrar su música.

El final de The Libertines por supuesto que fue trágico. Pete Doherty, co-líder y co-compositor de la banda, sería echado a la calle por drogadicto. De hecho, el joven es más conocido por su relación con Kate Moss que por sus logros musicales; tratando de emular las leyendas de Kurt Cobain o Jim Morrison, parece que se le hubiese olvidado que gran parte de esas leyendas está en la música, de la cual la vida disparatada no es sino un pie de página. Su último disco, por ejemplo, ahora con la banda Babyshambles, reviste momentos de lucidez, pero en general parece justamente grabado por un adicto. Si ese es el estilo de Doherty, no lo sé, pero el hecho de que Mick Jones de The Clash haya decidido producir el disco en poco ayudó a que el público inglés se re-identificara con la banda.

Y luego llegaron, como caídos del cielo, los Arctic Monkeys. Pocas veces se había visto un plebiscito tan grande a favor de una banda en la prensa inglesa. Un periódico los llamó «la banda más importante de nuestra generación» y colocó su primer disco «Whatever people say I am, that»s what I»m not» como el quinto mejor disco en la historia del rock británico —todo esto durante la primera semana que la producción salía al mercado.

Así que vayan preparándose, porque la gira por los US of North America ya está agotada (comienza el 13 de marzo, San Francisco), y luego de recibir premios como «la mejor banda inglesa» y «la mejor nueva banda» en los premios ingleses NME, los Arctic Monkeys parecen haber llegado para quedarse.

La última pregunta que queda es: ¿Fenómeno de mercado o genios musicales? En lo personal, me cuesta mucho evaluar una banda a partir de un solo disco, sobre todo si acaba de salir, más aún cuando se supone que es «el quinto mejor disco» de la historia del rock británico. Tampoco quiero ser injusto. Su disco «Whatever…» presenta momentos de gran creatividad y espontaneidad, y es verdad que tiene suficiente fuerza como para identificar a muchos de los oyentes de buen rock. De allí a que sea trascendental, no lo sé; lo que sí sé es que si estuviese en San Francisco el 13 de marzo trataría de ir al concierto de alguna manera.

Y créanme que los que vayan no se van a desilusionar…

Albums

Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not. Salió a la venta el 23 de enero de 2006. #1 en GB, #1 en Australia, #16 CANADA, #24 en EE.UU.

EPs

Five Minutes with Arctic Monkeys. Salió a la venta el 30 de mayo 2005

Singles

I Bet You Look Good On The Dancefloor (17/10/2005) #1 en GB, #18 en Australia

When The Sun Goes Down (16/1/2006) #1 GB

The View From The Afternoon (1/5/2006)


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