Madrugada tormentosa

Te pedí una oportunidad y la puerta golpeó mi cara. Quise hablarte, lanzaste alaridos de furia en mi oído. Caí al piso sin anestesia. La madrugada estaba helada y no podía dejar de titiritar. Me dolía el cuerpo, me sangraba el corazón, la herida estaba abierta y yo dentro de ella. Sin noción de las horas volví a llamar, no me resignaba a perderte. Sonó un largo tiempo… Hasta que del otro lado se escuchó un grito y un coro de voces difusas.

Estaba confundida y carcomida por la impotencia. Tus celos incendiaron mi alma y tu confianza.

Insistí una vez más y atendió una mujer. Corté. Estaba paralizada. ¿Yo le pedí una oportunidad más, siendo inocente… ?

Las sospechas cavaban un agujero en mi estómago.

Las dudas azotaban mi cabeza. Tejí y destejí hipótesis por horas.

Tus pertenencias se reían de mí, su visión exprimía mis pupilas.

Inquieta, no dejaba de moverme y tirar cosas. Sin amor y abandonada.

Ahora, de repente, escucho que me hablas. Haces preguntas que no logro comprender… hasta que me abrazas y veo claro. Tengo taquicardia, me falta el aire y estallo en un llanto despavorido.

Me abrazas con todas tus fuerzas, para contener este dique sin cauce. Yo hiervo de fiebre, delirando en pesadillas.


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