Antes de Bin Laden o Saddam Hussein un venezolano fue el enemigo número uno del planeta Tierra. Sin embargo, la historia de este cuasi ícono pop de los setenta y los ochenta es más bulla que cabuya. Su carrera está más llena de operaciones fracasadas que de otra cosa y la mayoría de los actos terroristas que se le acreditan han sido desestimados por historiadores de todo el mundo. A pesar de esto, la inclusión de su nombre en cualquier acto de agresión normalmente daba legitimidad a las intenciones y seriedad de sus autores.
Los grupos terroristas le atribuían atentados en busca de un efecto mayor al causado. La CIA le atribuía aun más para forzar a las agencias de inteligencia de otros países a colaborar con ellos o simplemente para presionar a un gobierno.
En la mayoría de los casos Carlos estaba en su casa, donde quiera que fuera, fumando habanos y disfrutando su fama de asesino sanguinario. Pero el viernes 12 de diciembre de 1997 su historia llegó a su fin. Al ordenársele identificarse en una corte parisina, respondió: «Mi nombre es Illich. Mis apellidos Ramírez Sánchez. Nací en octubre 12, de 1949, en Caracas». Al preguntársele sobre su profesión, Illich bajó levemente la cabeza y se peinó lentamente el pelo largo y gris. El pañuelo alrededor del cuello lo hacía parecer más un banquero exitoso que el asesino a sangre fría que en realidad fue. «Mi trabajo es revolucionario profesional».
La leyenda de Carlos comienza en la Venezuela de 1949. Su padre, José Altagracia Ramírez Sánchez, comunista y ateo de alma y corazón le dio el segundo nombre del hombre que más admiraba. Sus siguientes hijos serían condecorados con los otros dos —Vladimir y Lenin. Elba María Sánchez, madre de los niños, a quien no le hacía mucha gracia ni los nombres ni el ateismo de su marido, tuvo que bautizarlos a escondidas y con frecuencia los llevaba a misa sin que su marido se enterara. Por problemas de faldas, para 1958 los Ramírez Sánchez se habían divorciado e Illich fue enviado a Caracas a estudiar al Liceo Fermín Toro, institución elegida a dedo por su padre por su fama como granero de militantes izquierdistas.
En 1964 Ramírez se unió al Partido Comunista de Venezuela y participó en una que otra tiradera de piedras sin pena ni gloria. Durante esta época supuestamente viajó a Cuba junto a otros venezolanos para entrenarse en el arte de la guerra de guerrillas bajo el ojo atento de Fidel Castro y la KGB. La CIA, quien en principio revelaría esta información como cierta, más tarde aceptaría no tener pruebas de ello.
Lo que sí es cierto es que en 1966 Elba se llevó a sus hijos a estudiar a Londres, donde Carlos se conviertió en un bon vivant de primera línea que era más conocido entre sus maestros por flojo, copión y su exquisito gusto al vestir, que por sus opiniones. En Londres asistió a reuniones de un grupo de exiliados comunistas cuya creación más tarde se acreditaría. De acuerdo a miembros de la logia, Ramírez sólo fue un par de veces y como oyente.
En 1968, José Altagracia solicitó un cupo para su hijo en la Universidad Patrice Lumumba de Moscú, el cual fue otorgado gracias a la intervención del Partido Comunista venezolano, pero una vez en Rusia los estudios de Ramírez pronto se diluyeron entre alcohol y mujeres gracias a la generosa mesada que periódicamente le llegaba de Venezuela. Tras muchos intentos en vano de encarrilar al joven, Ramírez finalmente dio una estocada a su permanencia en Moscú al participar en una marcha organizada por simpatizantes pro-árabes en esa ciudad. Por esta decisión fue expulsado de la universidad en 1970. Los historiadores frecuentemente consideran esta anécdota una coartada de la KGB para librar al nuevo recluta de toda sospecha. Sin embargo, no existen pruebas de que Carlos haya estado en la nómina de la KGB.
De aquellos árabes escuchó por primera vez acerca de la lucha contra los israelíes, y cuando en 1966 el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) le declaró la guerra a Israel, Ramírez cambió Moscú por un campo de entrenamiento en Jordania. El mismo día de su llegada fue bautizado con el nombre con el que pasaría a la historia: Carlos.
Según las malas lenguas el origen viene de la relación de su padre con el entonces presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez. El alias de «El Chacal» vino después, cuando la policía consiguió una copia de la novela «El día del Chacal» de William Forsyth durante una redada a la casa donde Ramírez escondía unas armas en Londres. Aunque la novela no le pertenecía —y Carlos era apenas uno de los varios seudónimos que usaba— la prensa sensacionalista no tardó mucho en convertir «El Chacal»en su nom de guerre.
Ramírez se había instalado en Londres porque, tras la declaración de guerra de la FPLP, los palestinos fueron expulsados de Jordania y George Habash, líder del movimiento, lo nombró su representante en Inglaterra. Una vez allí se fue a vivir con su madre y se inscribió en la Universidad de Londres, donde estudió economía y ruso. Mientras estudiaba, Carlos revisaba el periódico en busca de judíos prominentes a quienes extorsionar o asesinar en nombre del frente. En esta época se le atribuyen varios golpes, pero no hay pruebas de que en realidad haya llevado a cabo ninguno de ellos.
1972 fue un buen año para el FPLP. Sin mucha pausa realizaron el secuestro de un avión de Lufthansa en Londres, el ataque al aeropuerto de Tel Aviv y la masacre de los atletas judíos en las Olimpíadas de Munich. Todos estos golpes serían erróneamente atribuidos a Carlos por la prensa.
Sin embargo, el éxito de las acciones y la publicidad que recibió hizo que Ramírez decidiera tener un rol más activo en la causa. La oportunidad llegó el 28 de junio de 1973 cuando Mohamed Boudia (operativo del FPLP en París) fue asesinado por grupos paramilitares israelíes. Carlos fue asignado como asistente del sucesor de Boudia, Michel Moukharbal, pero la inexperiencia los condujo a una serie de ataques fallidos o de éxito relativo que eventualmente los llevó a retirarse para orquestar ataques más efectivos en el futuro.
En 1975, Moukharbal fue arrestado en Beirut y al ser interrogado por la policía sucumbió a la presión. En su testimonio identificó a Carlos y dio la dirección de una de sus novias en París. El 20 de junio agentes franceses tocaron a la puerta del 9 Rue Toullier, donde Carlos celebraba en compañía de varios estudiantes venezolanos.
Los agentes entraron al apartamento con Michel Moukharbal. Al preguntarle si reconocía a alguien en la fiesta, Michel levantó el dedo y señaló a Carlos. Iracundo, Carlos abrió fuego, mató a Michel, a dos agentes de policía e hirió a otro. Esa misma noche saldría hacia Beirut, vía Bruselas, utilizando un pasaporte chileno falso. En Beirut Carlos fue recibido como un héroe por el asesinato de Moukharbal —quien había sido desenmascarado como un doble agente— y la FPLP le pidió que formara un equipo para llevar a cabo un plan que sería el que finalmente lo escribiría en los libros de historia: el secuestro de los ministros de la OPEP en Viena en 1975.
El equipo de Ramírez estuvo formado por 7 personas: tres alemanes, dos palestinos y un libanés. Tras meses de preparativos, el domingo 21 de diciembre entraron en la sede de la OPEP en Viena y una vez dentro del lobby sacaron sus armas y procedieron someter a los presentes. Los ministros fueron divididos en cuatro grupos: liberales, semi-liberales, criminales y neutrales. Los estados criminales eran: Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Irán y Qatar, por no estar lo suficientemente envueltos con el movimiento palestino. La órden del FPLP era ejecutarlos.
Las negociaciones fueron cortas y las demandas por un avión fueron cumplidas sin mucha vacilación. Con los ministros como rehenes, volaron a varios países del Medio Oriente hasta que finalmente fueron aceptados en Argelia, donde liberaron a los rehenes y desaparecieron bajo la protección del gobierno local. Varias fuentes afirman que Ramírez recibió personalmente cerca de 50 millones de dólares por liberar a los ministros. Ramírez —por supuesto— lo niega, pero el hecho de que aún esté vivo puede ser prueba de que dice la verdad. Sin embargo su condescendencia con los ministros fue criticada por el frente y como consecuencia fue expulsado del mismo.
Durante la toma de la OPEP, Ramírez se había comportado como una diva, firmando autógrafos y exponiéndose públicamente para los fotógrafos. El FPLP le dijo que en la organización no había lugar para celebridades. Además, al identificarse en Viena, no lo hizo como miembro de un grupo. A partir de allí el venezolano se convertiría en mercenario del mejor postor.
Durante los siguientes años Ramírez se dedicó a perpetrar ataques bajo diferentes banderas relacionados con diferentes asuntos europeos, pero en realidad sus trabajos no eran más que actividades comerciales en las que servía de mercenario. Pero en 1984 Ramírez finalmente halló una causa personal cuando su esposa, la alemana Magdalena Kopp, fue arrestada por tráfico de armas. Para forzar su liberación, Ramírez llevó a cabo una serie de ataques terroristas en Francia que no tuvieron mayores resultados y Kopp finalmente fue liberada el 4 de mayo de 1985 por buena conducta.
En busca de una guarida, Carlos y Kopp viajaron a través del Medio Oriente —del cual Ramírez se había desvinculado y donde era una persona no grata— hasta que Siria les concedió asilo con tal que mantuviesen un bajo perfil durante su estadía en Damasco, ciudad en la que se residenciaron. Allí vivieron en relativa paz e inactividad hasta que la Primera Guerra del Golfo comenzó a desarrollarse.
El fin de Carlos El Chacal llegó alrededor de 1991 cuando —según la CIA— Saddam Hussein empezó a hacer planes para realizar ataques terroristas contra intereses estadounidenses y el nombre de Carlos como líder y planificador de estos ataques cayó en manos de la inteligencia norteamericana.
Siria, que era aliada de los Estados Unidos en la guerra y buscaba mejorar sus relaciones con Washington, expulsó a Ramírez del país. Esto lo obligó a radicarse en Sudán tras una breve estadía en Jordania, de donde Kopp viajó a Venezuela en compañía de su suegra y la hija de ambos. Ramírez posteriormente se casaría con la jordana Abdel Salam Adhman Jarrar Lana.
En Sudán Carlos no tardó mucho en volver a su vida de playboy, lo cual avergonzó al gobierno musulmán de Sudan y pavimentó el camino para su entrega a oficiales franceses. Francia había buscado la extradición de Carlos sin mucho éxito, prometiendo hasta el perdón de la deuda externa si se revelaba el destino del terrorista. Finalmente recibió información de su paradero y decidió ejecutar un plan para hacerse con su antiguo Némesis.
El sábado 13 de agosto Carlos se internó en un hospital de Jartum para operarse de una varicosela. Terminada la operación, y antes que pasara el efecto de la anestesia, un oficial sudanés le informó que un atentado en su contra acababa de ser descubierto y que lo llevarían a un sitio seguro. Carlos fue llevado al pueblo de Taif mientras esperaba instrucciones. A las diez se fue a dormir y a las tres de las mañana un grupo comando lo despertó, le inyectó un narcótico y lo metió en un saco. Al despertarse estaba a bordo de un jet privado rumbo a Francia, donde le fueron leídos los cargos por los asesinatos en el 9 Rue Toullier en 1975.
A pesar que la inteligencia francesa había violado cualquier ley procesal habida y por haber la liberación fue negada al terrorista y el 23 de diciembre de 1997 fue condenado a cadena perpetua. Actualmente en prisión, aparentemente para siempre, Carlos no ha dejado la buena vida. En Francia —a pesar de todo— es una celebridad y en el año 2001 se casó con su abogada, la francesa Isabelle Coutant-Peyre, con quien disfruta —según él mismo— de habanos y buena conversación durante las visitas conyugales.
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