Demasiada democracia

Desde que terminó la guerra en Irak y tras el fallido «Golpe de Estado» en Venezuela, una teoría de vieja data ha vuelto a circular entre expertos internacionales: Que la democracia, no es viable si la sociedad no está preparada para practicarla». A primera vista chocante, la teoría tiene sus puntos fuertes. Lamentablemente llega tarde a un mundo que ha estado casi 100 años vendiendo el voto como única solución a todos problemas.

Este argumento, utilizado en las recientes discusiones sobre el futuro de Irak ha sido bautizado por varios analistas internacionales como la Teoría de la Nueva Democracia y quiero comenzar este artículo con dos citas que considero fundamentales en cuanto atañe a lo que sucede en Venezuela.

La primera es un editorial aparecido el 5 de marzo pasado en The New York Times, titulado «Hugo Chávez y los límites de la Democracia». En este, Moisés Naím, Ex-Ministro de Fomento venezolano afirma que «las elecciones son necesarias, pero no suficientes para mantener una democracia…la legitimidad de un gobierno no surge sólo de la urnas electorales sino también de su conducta.»

La segunda, es una entrevista un par de años más vieja, realizada por el canal de televisión estadounidense PBS, al mismo Naim. Al preguntársele acerca del supuesto éxito de los experimentos económicos de Pinochet en Chile, Naim soltó la siguiente perla: «Chile tenía la ventaja de tener un régimen sumamente represivo. Los sindicatos eran reprimidos, y las demandas de los trabajadores eran limitadas, permitiéndole (A Pinochet) perseguir estas políticas sin los usuales mecanismos de revisión y balance de la democracia».

Moises Naim en PBS

Moises Naim en PBS

No voy a discutir lo que el señor Naim considera una ventaja o no, desde qué punto de vista o para quién. Pero si vamos a hablar de democracia, definitivamente tenemos que desechar toda idea, productiva o no, que no sea inherente a ella.

No es difícil de entender lo que el ex-ministro quiere decir, aunque las palabras que utiliza no son las más correctas, ya que lo que él abraza como ventajoso tiene embargada a Cuba desde hace medio siglo.

Venezuela es un buen ejemplo de las ventajas que él ve en un sistema dictatorial. Durante los cincuenta años que Venezuela ha vivido en democracia, si tomamos la infraestructura física como ejemplo del avance del país, Venezuela no ha avanzado un metro. Prácticamente todos los hospitales, universidades, escuelas y hasta cuarteles fueron construidos o empezados a construir por las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez.  

La anarquía existente antes de la llegada de estos señores fue el origen de sus mandatos y en democracia nunca se habrían podido purgar a estos países de sus vicios políticos. Favor traducir purgar como: asesinatos, persecuciones, represión general, o como lo pone el señor Naim, como ventaja.

Pero aun cuando esto es cierto, y fue definitivamente positivo para el país, no creo que nadie quiera seriamente volver a estar bajo un régimen dictatorial no importa cuánto suba el producto interno bruto con sus medidas.

La analista político Amy Chua en su libro «World on Fire» (Mundo de Fuego) describe este nuevo sistema como aquel que pone a la democracia de lado para enfocarse en el desarrollo económico y social bajo la atención de gobiernos dictatoriales.

Sin pretender descalificar a estas eminencias, considero que sus comentarios son en general un disparate. Ojo, no porque estén erradas, sino porque históricamente son irrelevantes.

La teoría, aplicada en los Estados Unidos durante los años de segregación, argumentaba entonces, que darle el voto a los negros sería dañino para el país debido a su falta de preparación. Contemporáneamente, consiste en que en Irak o Venezuela, o en cualquier otro lugar donde la población sea salvaje y carente de la iluminación que gozan los países desarrollados, la democracia no puede ser otra cosa que contra productiva.

Thomas Friedman, editorialista del New York Times, trató el mismo asunto en un editorial del 7 de mayo llamado «Needed: Iraqui Software». En esta pieza, Friedman argumenta que «las autoridades iraquíes interinas no deben enfocarse en ofrecer elecciones libres, el hardware de la democracia. Las elecciones deben ser la última de las prioridades. En cambio, se debe comenzar con el software — construyendo, ladrillo a ladrillo, las instituciones de una sociedad libre — para que cuando la gente llegue a votar, cuando el poder público esté listo para ser ofrecido, ellos (los iraquíes) tengan la oportunidad de elegir entre varias opciones que aseguren la rotación del poder.»

Haciendo un esfuerzo uno puede entender lo que estos analistas tratan de explicar. Y de hecho, uno puede hasta estar de acuerdo con ellos en algunas cosas. Pero nos encontramos con un problema grave al analizarlas cuando nos damos cuenta de que si tales acciones son necesarias, el control de la democracia, digo, ¿quién es la entidad iluminada que decidirá qué país necesita ser puesto en terapia democrática hasta que puedan decidir por sí mismos a quién quieren de presidente? ¿Y qué hacemos de los cien años de historia donde hemos estado proponiendo lo contrario?

Yo siempre he sido de la opinión que las dictaduras, de una u otra forma no son más que la expresión del grado de desarrollo de un país. Una etapa a quemar. Al menos en Hispanoamérica hay un puñado de ejemplos donde los resultados de la experiencia fueron positivos a pesar de todos los abusos inherentes al sistema.

Pero este coqueteo con la derecha es peligroso, porque lo que para un bando puede estar mal, para muchos otros puede estar bien, y no existe en ningún caso la exclusividad de la razón. Tanto uno como otro puede estar equivocado. Sin embargo, esto es algo que en la democracia está permitido, el derecho a equivocarse. Y si los equivocados son muchos más que los que no, estos tienen el derecho a gobernar sin interferencias.

En democracia se corre el riesgo de vivir por años bajo un régimen que puede muy bien disgustarnos y no se puede hacer nada para cambiar eso, excepto, depositar un voto cada vez que se puede hacerlo. aún

Legitimar procedimientos mediante los cuales países sean sometidos a cajas de compensación, donde sus libertades civiles dependan de un ente extraño que decida si están preparados o no para tener democracia, dándole rienda suelta a los países más poderosos para intervenir y embargar el país que les de la gana, a menos que sigan sus instrucciones al pie de la letra.

En el caso particular de Venezuela. Si demasiada democracia es un problema, ¿está Hugo Chávez en la capacidad de decidir que su país tiene demasiada democracia y que de alguna forma hay que imponer controles a la oposición? Si es Hugo Chávez el que es considerado fuera de línea, ¿Quién es el designado a tomar el poder y de qué manera? O peor aún, ¿Cuáles son los límites de la población a la hora de hacer oposición al Gobierno?

En Venezuela en el último año se le ha dado respuesta a todas estas preguntas. Actualmente está en la palestra la Ley de Medios, que supuestamente afectará lo que pueden o no decir los medios de comunicación. Pero esta nunca habría aparecido si los medios en primer lugar no hubiesen excedido los límites de sus libertades, al servir como plataforma unilateral a un sector de la población, haciendo que los Estados Unidos decidiera que algo estaba mal con Hugo Chávez y que nuestro país necesitaba una manito eligiendo a nuestros gobernantes.

La democracia es una y bien nos gusta o no. Si algún grupo político disgusta de ella simplemente debiera abrazar sus ideas con más pasión y sin caretas. El Partido Comunista venezolano tiene casi 100 años y sin vergüenza han pregonado sus ideas con la cara bien lavada. ¿Qué ha pasado? Nada. A la mayoría de los venezolanos no les gusta el comunismo y nunca han ganado unas elecciones de relevancia. La oposición debiera hacer lo mismo y simplemente dejar de tener la excusa democrática como base para su discurso, si lo que quieren es dictadura, de repente pueden convencer al país de que esto es lo más conveniente y montar una que ofrezca las ventajas necesarias para que el país se desarrolle.


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