San Agustín: el santo débil

No importa lo que diga El Vaticano, muchos santos fueron más pilas de lo que los mojigatos en Roma nos quieren hacer creer. La excusa es la conversión y la nueva vida que hallaron tras conocer la palabra del Señor, que aparentemente no sólo lava los pecados, sino que también debe lavar la memoria de cuanto feligrés avispado que —siguiendo el ejemplo de su santo favorito— decide probar primero y decidir después.

Hay muchos casos de santos no tan santos, y todos, por supuesto, son negados por la Iglesia Católica como inventos del demonio mismo, amenazando con la ex-comunión a quien se atreva a recordar estos detalles olvidados de las vidas de los santificados.

A San Pablo se le atribuye sin pelos en la lengua su rol como perseguidor y asesino de cristianos y judíos, pero aparentemente haber sido participe de un genocidio es a los ojos de los conservadores más aceptable que el amor homosexual.

Pero son estos detalles los que lo que en realidad le dan forma a los legados de las vidas de estos caballeros. Con las discusiones que se llevan a cabo hoy en día en las cámaras legislativas del mundo con respecto a los derechos de los homosexuales y la población transgénero, recordaremos al santo que más influencia ha tenido en la mentalidad conservadora de hoy en día.

Pero no nos desviemos del camino de señor y vayamos directo a San Agustín. Un santo que tiene el merito histórico de haber salido del closet siendo ya un personaje público.

San Agustín nació en Tagaste, Numidia (actual Argelia) el 13 de noviembre del año 354. Su padre fue un oficial romano pagano y su madre una cristiana. No fue bautizado al nacer y no recibió ninguna educación religiosa hasta que fue un hombre adulto. A los once años fue enviado a estudiar en la ciudad pagana de Madaura, también en la actual Argelia, donde se cultivó en la filosofía y literatura latina.

En 370 se mudó a Cartago, ciudad cosmopolita, donde no pudo escapar a las tentaciones que un imperio en franca recesión ofrecía. Acerca de su estancia en Cartago San Agustín escribe en su libro Confesiones:

«Cuando llegué a Cartago, a mi alrededor bullía un caldero de amores ilícitos. Yo nunca había amado y estaba ansioso por amar… Me parecía dulce amar y ser amado, y mucho más si podía disfrutar del cuerpo de la persona amada. De modo que contaminé el agua primaveral de la amistad con la suciedad de la concupiscencia. Enlodé su limpia corriente con el infierno de la lujuria y, a pesar de ser impuro e inmoral, con mi exceso de vanidad solía comportarme como un hombre de mundo que frecuenta los lugares elegantes que están de moda. Me zambullí de cabeza en el amor, ya que anhelaba que me atrapase».

Es necesario aclarar que lo que hoy en día es visto equivocadamente como una degeneración, en la época de San Agustín era algo normal. Dejando de lado motivos religiosos, la relaciones homosexuales no sólo no eran consideradas fuera de lo normal, sino que estaban directamente relacionadas con el concepto de amistad y admiración, más que con el concepto de matrimonio.

Por otro lado —y es esta una explicación común entre los sectores conservadores— las referencias homo eróticas encontradas en muchos textos clásicos, muchas veces eran asimiladas a las referencias heterosexuales como cuestión de estilo. En esta época San Agustín se convierte al Maniqueísmo, culto que aunque condenaba las relaciones carnales de cualquier tipo, veía con mejores ojos las relaciones homosexuales.

Hacia el año 371, San Agustín decidió probar suerte con el sexo opuesto y tuvo un hijo al que llamó Adeodato. Esto significó un gran cambio y, en su nuevo rol como padre, se dedicó al estudio de la retórica, se mudó a Roma y desechó el Maniqueísmo. El 25 de abril del 387 se bautizó como cristiano junto a su hijo.

Como nuevo cristiano converso San Agustín se deshizo de su amante y de sus bienes y volvió a Argelia en el 388, año en que su hijo murió prematuramente tras ayudarle a convertir su propia casa en un monasterio.

Alrededor del 340 San Agustín fue nombrado Obispo en Hipona y durante su monasterio se dedicó a la enseñaza y a la escritura escribiendo sus obras: Confesiones, De Trinitate y La ciudad de Dios.

En sus últimos años San Agustín se volvió un enemigo acérrimo de las relaciones sexuales inclusive entre las parejas heterosexuales casadas y condenó cualquier uso del sexo a menos que tuviera el fin de procrear.

En el 430, Hipona fue sitiada y San Agustín murió durante la toma de la ciudad.

Muchos autores consideran su radicalismo al final de sus años como producto de la represión y abstinencia sexual que se auto inflingió tras hacerse cristiano.


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