Querido Sabelotodo: En Venezuela existe la tradición del Niño Jesús, que así como en otros países lo hace Santa Clós, trae los juguetes en Navidad. Ahora, Jesús existió, pero ¿Qué hay con el tal Santa Clós o San Nicolás como le decimos aquí? ¿Es San Nicolás, Santa Clós? Es un santo de verdad o un invento de los comerciantes como dice un amigo mío. ¿En quien se debe creer, en el Niño Jesús o San Nicolás? Marcos Parada, desde la Internet
Advertencia: Si eres niño deja leer aquí so pena de recibir una dosis mortal de escepticismo de la que dudo te cures alguna vez. Lo digo por experiencia propia.
Estimado Marcos: San Nicolás es una de esas figuras que esta envuelta en tanta fantasía, que se hace más fácil explicar el origen de una criatura submarina como Sponge Bob Square Pants.
Sin embargo, así como la tradición del Niño Jesús tiene su trasfondo histórico, igual la tiene Santa Claus, o Clós como tú le llamas. Ambas tradiciones están íntimamente ligadas en su origen, que tienen tanto que ver con la religión católica como un paquetico de Sweet n’ Low.
La leyenda de San Nicolás está basada en la historia de uno de los tantos Santos Nicolases inscritos en la historia: San Nicolás de Myra. Más popularmente conocido como San Nicolás de Bari, que era un obispo turco de familia adinerada que se destacó por su generosidad.
En una de las tantas anécdotas de su vida, y la más relevante en nuestra historia, se dice que una vez oyó de tres niñas que iban a ser vendidas como esclavas por su padre debido a problemas económicos. Para evitar esto, el obispo les aseguró una dote con monedas de oro que según algunos les tiró por la ventana. Y según otros, por la chimenea. Como las niñas tenían unas medias secándose en ella las monedas cayeron adentro, iniciando una tradición que hoy en día se celebra en casi todo el mundo occidental.
Tras su muerte un 6 de diciembre de mediados del siglo tres después de Cristo, San Nicolás se convirtió en un santo milagroso, y para la época del Renacimiento se había convertido en uno de los más populares de toda Europa. Tanto así, que aun hoy en día San Nicolás es el santo patrono de Rusia, en Inglaterra hay más de cuatrocientas iglesias dedicadas a su nombre, y los niños alemanes no reciben sus regalos en Navidad, sino en Nikolaustag, el día de San Nicolás, que se celebra el seis de diciembre en varios países europeos.
Con el transcurso del tiempo los europeos le añadieron a San Nicolás características que tenían su origen en antiguas tradiciones paganas, como dar regalos, o el juzgamiento anual en invierno, que para los germanos era hecha por Odin, en viajes por el cielo nocturno. A San Nicolás incluso se le asignaría una contraparte, un demonio llamado Krampus, que se encargaba de aquellos que no pasaban la prueba y que usualmente solo les dejaba un pedazo de carbón dentro de sus medias.
Por esto, los aterrados primeros protestantes ortodoxos no perdieron el tiempo en abolir el culto a San Nicolás, substituyéndolo por el más apegado a las escrituras, das Christkind, el Niño Jesús, que a partir de entonces pasó a repartir los regalos en navidad. Los protestantes también cambiaron la fecha, del 6 de diciembre al 24, estableciendo una costumbre que con el tiempo quedaría estampada en la cultura cristiana, incluyendo la católica.
Sin embargo, el culto a San Nicolás no desapareció por completo, y cuando los holandeses se asentaron en América, la trajeron consigo moviendo la repartición de regalos del 6 de diciembre al día de navidad. Así, el holandés Sinter Klaas, pasaría a la cultura americana como Santa Claus. Por eso la imagen moderna de San Nicolás es, como cosa rara, producto de la imaginación de un trío de norteamericanos.
Pero a pesar de que la asociación de San Nicolás con la navidad ya existía, tomó un poeta oficializar su existencia. El 23 de Diciembre de 1823 apareció en un periódico neoyorquino, un poema firmado por Clement Clarke Moore llamado «A Visit From St. Nicholas» (Una Visita de San Nicolás), también conocido como ‘Twas the Night Before Christmas. En éste Moore describe a San Nicolás bajando por las chimeneas a repartir regalos que carga por los aires con ayuda de sus renos Dasher, Dancer, Prancer, Vixen, Comet, Cupid, Donder y Blitzen. Algunos años más tarde, el ilustrador Thomas Nast, le daría forma con una caricatura. En ella Santa viste un traje rojo con toques de piel blanca sostenido por una gruesa correa negra. Y el mismo Nast le daría una dirección postal en 1885, con una ilustración donde unos niños siguen la ruta del trineo de Santa Claus hasta los Estados Unidos…desde el Polo Norte.
Pero la verdadera universalización de Santa Claus, llegaría en 1931, cuando Coca-Cola comisionó al ilustrador Haddon Sundblom para diseñar la imagen corporativa para las navidades. Sundblom, tomó a Santa, que hasta entonces era un nomo, y le dio dimensiones humanas. El Santa de Sundblom es el que todos conocemos, y a donde quiera que se vendió Coca-Cola se vendió con éxito la imagen y la costumbre, menos en los países musulmanes, en perjuicio de los pobres niños de esa religión.
Mientras tanto, en Europa, la historia del Niño Jesús había seguido su curso dentro de la religión católica. Tras ser absorbida a la ya popular tradición del pesebre, este no tardó mucho en repartir regalos el 25 de diciembre, en competencia directa con el nomo protestante, y aunque tardó siglos en hacerlo se llevó por los cachos a la ya casi completamente extinta costumbre de regalar en el Día de Reyes.
Así vemos que las tradiciones de San Nicolás y el niño Jesús en realidad poco tienen que ver con el Santo o el verdadero Niño Jesús. Por lo que discutir sobre cual es la verdadera o si está bien o mal creer en uno u otro es completamente irrelevante. De hecho, personalmente considero que ambas tradiciones son completamente inofensivas y hasta benignas.
A las dos se les puede atribuir un efecto moralizador que los padres usan para mantener en línea a sus hijos, so pena de no recibir nada en Navidad. Lo cual por cierto era una tradición escandinava relacionada con un una figura demoníaca que por puro tedio, no me voy a molestar en detallar.
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