La teta de Janet Jackson

El año pasado vino a Barcelona un californiano llamado Peter, buen chico, amigo de unos amigos míos que habían cursado estudios en Los ángeles. Un día nos llevamos a Peter a la playa. Allí, su comportamiento se volvió bastante ansioso; en particular, no paraba mirar a su alrededor y repetir «¡Esta playa es la bomba!» «¡Aquí hay mucho por ver!», para gran extrañeza de todos los presentes, hasta que caímos en la cuenta de que lo motivaba algo que a nosotros la costumbre nos hacía pasar por alto:

casi todas las mujeres, jóvenes, maduras y ancianas que nos rodeaban tostaban sus pechos al sol en despreocupado topless. Es más: los niños jugaban a hacer castillos de arena por entre tanto pecho descubierto sin prestar mayor atención y sin dar muestras de sufrir ningún trauma psicosexual. La obsesión mamaria, y frecuentemente antimamaria, del pobre Peter y buena parte de sus compatriotas fue blanco de nuestras bromas durante un tiempo.

Me he acordado al ver el considerable pollo que se ha organizado en los Estados Unidos por la fugaz visión de la teta derecha de Janet Jackson durante el espectáculo del intermedio del Super Bowl. Y he llegado a las carcajadas al leer que una mujer se ha querellado judicialmente y 200.000 personas han llamado al organismo regulador de la televisión, indignadas por «haber sido obligadas a contemplar involuntariamente» un pecho de mujer con el pezón pícaramente oculto por una joya cubrepezones. ¿Se duchará en bikini la señora de la denuncia para no verse las suyas propias en el espejo del baño?

Lo de la teta vista y no vista -en otro país que no fuera los Estados Unidos o una teocracia islámica tipo Arabia Saudí- no habría pasado de simple anécdota. A estas alturas, ni mi venerable abuela ni el capellán de la parroquia de aquí al lado se escandalizan por esas cosas. Por aquí todos sabemos que generalmente las mujeres suelen tener dos tetas, una a la derecha y otra a la izquierda, más o menos del mismo tamaño y más o menos a la altura del esternón, algunas algo más abajo (la Ley de Gravedad tiene sus víctimas), y que la cosa no tiene más importancia.

Hasta aquí, mucha risa; un tema de conversación para hacer bromas sobre los gringos. Pero la risa se me congela en los labios al ver las muy serias consecuencias que el caso ha tenido, con las cadenas de televisión estadounidenses resucitando la técnica del bucle de vídeo para transmitir los acontecimientos en directo –ya lo han hecho con los premios Grammy, y supongo que lo harán con los Oscar- con un retardo de 5 minutos, bucle que permite al censor evitar que el público vea lo él no desea.

Esta técnica del bucle de vídeo se inventó precisamente en España, durante la dictadura del general Franco. La utilizaba la televisión estatal –y, entonces, única- para impedir que durante la retransmisión en directo de los partidos de fútbol y otros acontecimientos en directo se pudiese colar en plano alguna pancarta desplegada en las gradas con consignas contra el régimen. Bueno, puede que también lo usaran para evitar la retransmisión de escotes demasiado pronunciados y pechos retozones escapando del escote de sus dueñas: el régimen franquista compartía su mojigatería con el régimen bushista.

Pero mucho me temo que ambas ideologías no se parezcan sólo en eso, y que el bucle de vídeo vaya a servir en Estados Unidos para lo mismo que sirvió en España, y que la teta de Janet Jackson vaya a ser el caballo de Troya mediante el cual las fuerzas conservadoras introducirán en la televisión su concepto de censura: una censura que impida que, por ejemplo, un ganador de los Oscar exprese ideas políticas anti-establishment, tal como hizo en su momento Michael Moore, o como podría hacer Tim Robbins si le conceden el galardón algún día. O para impedir que durante la retransmisión de un discurso del Presidente en el Congreso se vea y se oiga a los posibles manifestantes opositores.

Y lo que me causa más estupor es que en los Estados Unidos la gente, y la prensa, se trague tan fácilmente tan burdos y evidentes avances de censura. Ver a Justin Timberlake, modosamente vestido con traje y corbata, pidiendo humilde y compungidamente perdón por su travesura durante la ceremonia de los Grammy, causaba vergüenza ajena.

En suma, el nipplegate (pezóngate), como se le ha venido a llamar, va a convertirse en un nuevo avance -uno más, y van…- de la censura institucional y un nuevo retroceso -otro más, y van…- de la libertad de expresión. Y eso no resulta nada cómico; resulta espeluznante. Y todo por un pezón que en realidad nadie vio.

Enlaces de Interés

1. Sitio Oficial de Janet Jackson

2. Biografía y Discografía de Janet Jackson (Inglés)

3. Janet Jackson pide disculpas por su «revelación» – CNN Español

4. Pecho de Jackson provoca investigación – BBC Mundo


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