Rusia no ha muerto: estaba de parranda

A mediados de los años ochenta, Radio Caracas Televisión presentó en horario estelar un programa en donde anunció, como si tratara de un premio, que Conejo Blanco, Fuerte Mara y Palo Negro, las bases militares más grandes de Venezuela, estaban bajo la mira nuclear de los villanos soviéticos. Que el Ministerio de Defensa ruso eliminara los cuatro fusiles, tanques y bombarderos desactualizados con que adornamos las escuelas militares era, por supuesto, tan ilógico como que nos tuvieran en la mira. Pero propagandas pro-yankees de este tipo sobraron durante la Guerra Fría.

Incluso si se hubieran dado a la tarea de establecer un plan para neutralizar a Venezuela, no les hubiera tomado mucho seso darse cuenta de que sólo necesitaban tres granadas. Todas para volar las entradas a Caracas. Aunque al viaducto Caracas-La Guaira con escupirle un buen buche de vodka, es más que suficiente para echarlo abajo, aún en ese entonces.

El alarmista programa de televisión, sin embargo, es uno de los mejores ejemplos acerca de la paranoia mundial por el duelo nuclear entre los Estados Unidos y la extinta Unión Soviética, cuya caída generó que estos miedos desaparecieran casi por completo. Pero la realidad es que Venezuela, o cualquier otro país en la mira soviética/estadounidense, aún están en la misma situación. En especial, bajo la administración de los nuevos rusos que, a diferencia de los soviéticos, cada día dan mayores muestras de ser una verdadera amenaza.

A pesar del debilitamiento que sufrió Rusia tras la caída del comunismo, Washington nunca dejó de verlos como un enemigo, y sólo entre 1995 y el año 2000 los blancos norteamericanos en Rusia aumentaron de 2500 a más de 3000, con el resto de sus aproximádamente 10000 cabezas nucleares apuntadas a blancos redundantes y países como China y Corea del Norte.

Que desde mediados de los años cincuenta los Estados Unidos no ha detenido su programa nuclear, no es ningún secreto. Pero lo que si lo era, es la intención de los rusos no solo de proseguirlo, sino aumentarlo en las condiciones en las que actualmente se encuentran, lo que ha llevado a declarar a expertos en la materia que hoy en día el riesgo de una guerra nuclear es tanto, o más grande, de lo que fue en cualquier periodo de la guerra fría.

Y para muestra un botón:  la semana pasada Rusia llevó a cabo un simulacro a larga escala de una guerra con los Estados Unidos, cuyo único objetivo fue el mostrar a sus países aliados que ellos aún tienen como. Y cuando digo aliados es a propósito, porque a la prueba no se invitaron a periodistas y expertos de países «enemigos» de Rusia, cualesquiera que sean. Los observadores invitados fueron casi exclusivamente reporteros europeos, japoneses, chinos y por supuesto, estadounidenses.

Entre las actividades estuvo el lanzamiento de misiles ICBM (InterContinental Ballistic Missiles) sobre el atlántico norte, el lanzamiento bajo condiciones de guerra, de satélites espías y la puesta en marcha del sistema nacional de alerta que, por cierto, trabajó al pelo, a pesar de las fallas que obligaron a la destrucción de algunos misiles, lo cual sólo hace que todo el asunto sea aún más espeluznante.

Esto, en condiciones normales (si es que de alguna manera pueden serlo), no representaría ninguna alarma. Todos los países del mundo realizan practicas similares con más frecuencia de lo que cualquier persona va a misa los domingos. Pero poco a poco ha habido un escalamiento en el intercambio verbal entre oficiales rusos y norteamericanos que revelan conflictos graves entre las estrategias de defensa de ambos países.

Según la Casa Blanca, Rusia es un «aliado», pero el aumentó de blancos en su territorio no ha pasado desapercibido el Kremlin, como se puso en evidencia en el programa de televisión norteamericano Frontline del pasado mes de octubre, donde al ser interrogado acerca del arsenal nuclear de su país el ministro de la defensa ruso Sergei Ivanov dijo que «es un programa clave en la defensa estratégica rusa y Moscú no excluye la posibilidad de realizar ataques preventivos, en caso de ser necesario, para defender sus intereses y los de sus aliados.» Ivanov más tarde se retractó de sus palabras, pero eventos posteriores revelarían que todo fue diplomacia como de costumbre.

Para empeorar las cosas, tras los ejercicios militares rusos el Comandante General del Ejército, Yuri Baluyevski, declaró a reporteros en Moscú que lo que acababan de presenciar era consecuencia de la preocupación de su país por los planes de los Estados Unidos de construir nuevas clases de misiles nucleares capaces de destruir sus búnkeres antinucleares. «Los Estados Unidos esta tratando de hacer de sus armas nucleares un instrumento para resolver sus conflictos» dijo Baluyevski, «¿Acaso no debemos reaccionar a esta amenaza?» Alarmante como pueda sonar, no es de sorprendernos que alguien saltara tras la advertencia que George Bush, le hiciera a Corea del Norte de que no lo pensaría dos veces antes de lanzar un ataque nuclear contra ellos en caso de ser necesario.

El gobierno norteamericano hasta los momentos no se ha expresado públicamente en cuanto a la nueva estrategia de su recién adquirido aliado. Pero igual los encontronazos diplomáticos ya han empezado a suceder. Poco antes de los ejercicios, durante la conferencia anual de la OTAN en Munich el senador norteamericano y ex-candidato a candidato presidencial John McCain, le expresó a Ivanov la opinión de su gobierno acerca de la intervención rusa en las naciones bálticas y el estado de su programa nuclear, tachando cínicamente de neo-imperialistas sus políticas de expansión y control. Ivanov simplemente le respondió que su país tenía derecho a defender sus fronteras e intereses.

Y la opinión de Ivanov, refleja la opinión de la mayoría de los rusos en el poder. Porque a pesar de toda la bulla nuclear en especifico y armamentista en general, el problema principal de la Nueva Rusia es que esta no lo es tanto.

Los que están al mando de la milicia rusa se reúnen bajo lo que podría traducirse como el Comando General. Esta institución esta formada por oficiales de las diferentes ramas de las fuerzas armadas, que mantienen un control exclusivo y de facto sobre las fuerzas de defensa nucleares. Y así como los intereses corporativos en los Estados Unidos han conseguido un títere en George Bush, ellos han conseguido en Vladimir Putín alguien que esta dispuesto a dejarlos ser los planificadores de la estrategia neo-soviética.

La mayoría de estos oficiales, y su grupo de asesores, ya eran comandantes durante la guerra fría, y que los Estados Unidos haya salido victorioso de este conflicto es algo que a ninguno se le ha olvidado y que consideran un error histórico el cual hay que corregir. Lejos de lo que usualmente es mostrado en la prensa, los rusos guardan un gran resentimiento por la disolución de la Unión Soviética. Con todos sus errores y problemas, los rusos eran un estado orgulloso que aún no puede creer que su gran país fue aplastado por uno de ellos mismos, Mijaíl Gorbachov.

Históricamente Rusia ha sido una potencia, cuyos líderes han ordenado y su pueblo ha aceptado, los sacrificios de mantener al país en ese estadio. Sólo en la Segunda Guerra Mundial a Rusia le costó 20.000.000, veinte millones de soldados, la población de Venezuela entera, hacerse con Europa Oriental, pisoteando a los Nazis en el camino y acabando para bien de todos con la Segunda Guerra Mundial. Que toda Europa no cayera en manos rusas es consecuencia exclusiva de la negativa de los Estados Unidos a aceptar el empuje ruso. Lo cual ocasionó, por puro instinto de supervivencia, que los europeos se aliaran con Washington en la creación del bloque occidental, y el inicio del periodo histórico conocido como la guerra fría.

Pero con el fin de este período no se acabó el temor de Europa de caer en manos rusas. Analizando las razones para la creación de la Unión Europea, es imposible dejar de lado la autodefensa a un futuro ataque militar o político desde Moscú.

A finales de los años ochenta, cuando la Unión Soviética se dio cuenta de que su supervivencia dependía de tomar medidas extremas, el liderazgo militar hizo planes para relanzar la ofensiva sobre Europa. Según algunos historiadores esto no sucedió, o no pasó de Europa oriental, gracias a la intervención de Gorbachov, que detuvo a los militares, ahora en el gobierno de Putín, de romper el pacto de Varsovia. Apresurando la implementación de su Perestroika y la eventual destrucción de la economía soviética, que si antes mal que bien se las arreglaba para alimentar a sus ciudadanos, ahora tiene a casi la mitad de los rusos rezando por el regreso de Stalin.

Lo cual es uno de los problemas más graves de todo el asunto, y el que tiene a toda Europa en estado de alerta roja política permanente. Por que un nuevo Stalin puede ya estar ocupando la silla de Pedro el Grande.

Para los que no han estado al tanto de la situación en Europa Oriental, el pasado 14 de Marzo Vladimir Putin ganó las elecciones generales en Rusia, sin mayores problemas. ¿Las razones? La política de amedentramiento contra la oposición del gobierno actual, de la cual la prensa internacional cree Putín es el cabecilla.

Utilizando diferentes métodos, el actual presidente de Rusia eliminó a dos de los candidatos que, aunque de ninguna manera mejores, estaban en camino a suplantarlo; enviando un mensaje claro a sus adversarios de que nada lo detendrá en su decisión de mantenerse en el poder.

El primero de ellos fue Mikhail Khodorkovsky, un neo-mafioso que había logrado apoderarse de importantes activos de la industria petrolera rusa durante el gobierno de Boris Yeltsin. Este, tras solo mencionar sus intenciones de lanzarse a la presidencia terminó en una cárcel de alta seguridad donde cumple una condena que muy seguramente será perpetua.

El otro fue Ivan Rybkin, fiero crítico del gobierno de Putín que fue secuestrado por cinco días y que tras aparecer el pasado 10 de Febrero, anunció que sólo había querido estar a solas por unos días. Que tras su regreso Rybkin paralizara todas sus actividades electorales, por supuesto, ha levantado más que una suspicacia.

En las elecciones parlamentarias del pasado 7 de diciembre, el partido Rusia Unida de Putín ganó el 37% de los votos, que combinados con los de otros partidos independientes que lo apoyan suman más del 58%. Lo cual era de esperarse dada las estrategias putinescas basadas en cárcel y secuestro que atentan con eliminar efectivamente a la oposición rusa durante el 2004.

Pero estas no son las únicas estrategias que Putín puso en practica para ganar el control absoluto de Rusia. Gracias al control sobre los industriales y empresarios rusos, cuyas fortunas en su mayoría fueron repartidas a dedo tras la disolución de la Unión Soviética por los mismos que ahora están en el poder, cualquiera que viajó a Moscú durante los comicios notó de inmediato algo que recordaba los tiempos del soviet supremo: en las calles no había publicidad de ningún otro candidato que no sea Putín. 

En las elecciones parlamentarias Putín gozó del mismo tipo de ventaja, parcializando el voto de tal manera que los 400 observadores europeos enviados a inspeccionarlas tacharon las elecciones de diciembre como «una regresión de la democracia en el país». Y la principal razón para decir esto es que Putín ya estaba en conversaciones para introducir cambios a la cantidad de veces que puede ser reelegido, lo cual la prensa rusa ha dicho «no será solo de tres términos».

Pero a pesar de que la reelección de Putín estaba casi garantizada, su base política no dio signos de desacelerar la estructura propagandística dado el pesado bagaje político que arrastra  de sus cuatro años en el poder. Putín, desde su llegada al Kremlin, ha tenido que lidiar varias crisis que ha resuelto, por decirlo de alguna manera, con torpeza. Siendo el caso más notorio el hundimiento del submarino atómico Kursk.

Cuando esto sucedió Putín estaba de vacaciones en el mar negro, y este se negó a interrumpir su período vacacional para atender a la crisis. Si algo podía haberse hecho, como las familias de los muertos afirman, era durante las primeras horas del incidente. Para cuando la marina rusa llegó al submarino no había nadie con vida y la marea de mentiras oficiales explicando el porque de la reacción de Putín y las razones del hundimiento fue una pesadilla de relaciones públicas que su plataforma publicitaria solo pudo resolver a tiempo para las próximas elecciones, con el blockbuster de la primavera rusa, la película «72 metros» del director Vladimir Khotinenko.

Financiada por el Canal Uno de televisión, que es propiedad del estado tras habérselo confiscado a un enemigo político, la película esta basada en la historia del Kursk, con varias diferencias fundamentales que absuelven de cualquier responsabilidad al presidente ruso. Los marineros son presentados como valientes defensores de la madre patria dispuestos, sin pensarlo dos veces, a dar la vida por ella y sobre todo a tomar responsabilidad por sus errores o los de otros, por lo que ninguno se pregunta ni una vez por que nadie ha ido a  rescatarlos.

Desde cualquier punto de vista, por supuesto, la situación rusa no es más grave que la situación norteamericana. Las políticas de Moscú siempre ha sido menos alarmantes que las de Washington, pero con ambos gobiernos en manos de perros de guerra, el riesgo de que algún incidente suceda en el futuro cercano no es imposible.

El arsenal nuclear norteamericano, gracias a la estabilidad económica que ese país ha gozado en los últimos veinte años, puede decirse que esta en perfecto funcionamiento. Lo cual no puede decirse del ruso, que ha causado al menos un incidente internacional.

El 25 de enero de 1995, Noruega lanzó un satélite meteorológico para estudiar las auroras boreales. Cuando los radares rusos lo detectaron, se lanzó una alerta roja que según las malas lenguas, Yeltsin atendió completamente ebrio. Y así mismo, reunido con el Alto Mando ruso, tuvo que decidir en cuestión de segundos que hacer ante lo que parecía ser un ataque sorpresa norteamericano desde el Atlántico Norte.

Yeltsin dio la orden de insertar las llaves de ignición de los misiles de defensa y esperar sus órdenes. En caso de un ataque de este tipo los rusos tendrían, si acaso un minuto para decidir que hacer. Un misil lanzado desde un submarino norteamericano en el Atlántico Norte tardaría unos diez en golpear Moscú. Pero antes de que tuvieran tiempo de reaccionar, vieron como la trayectoria del cohete se desvió hacia el espacio exterior. Los noruegos habían avisado a la embajada en Oslo acerca de este lanzamiento, pero esta información jamás llegó a Moscú, poniendo al mundo, sin enterarse, al borde una guerra nuclear cuyas causas se hubieran perdido entre las cenizas del planeta.

Errores de este tipo, y la realidad de que el sistema defensivo ruso se encuentra a la mitad de su capacidad de operación, pueden llevar a desastres inimaginables e irreparables. Tras el incidente noruego, Yeltsin y Clinton firmaron en ese entonces la construcción de un Centro Conjunto de Intercambio de Información, pero según reportó el Washington Post en el 2001, la sede en Moscú hoy en día esta abandonada y no es más que una «guarida para jóvenes bebedores de cerveza.»

Esperemos que no sea una afirmación literal de lo que realmente sucede en los centros de control nuclear del planeta. O quien sabe, si por algún error se llevan por los cachos a Conejo Blanco.

Enlaces de Interés

1. Página Oficial del Kremlin (Inglés)


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