Para finalizar una entrevista realizada por el periodista estadounidense Peter Bergen a Osama Bin Laden en 1997, este le preguntó que cuáles eran sus planes para el futuro. Sin inmutarse, Osama le respondió «Dios mediante, pronto los podrás ver y oír en los medios de comunicación». Cuatro años más tarde, el 11 de septiembre del 2001, cumplió lo prometido.
Lejos de lo que se pueda pensar, la vida de Osama Bin Laden, durante sus primeros años no fue muy distinta de la de cualquier otro joven occidental. Su padre Mohammed Bin Awad, había hecho fortuna en el negocio de la construcción para el gobierno de Arabia Saudita, del cual fue Ministro de Obras Públicas durante los años cincuenta y con esta proveyó a sus hijos de la mejor vida y educación que el dinero podía comprar. Osama «joven león» en árabe, nació el 10 de marzo de 1957 en Riyadh para convertirse en el hijo número diecisiete de los cincuenta que tuvo Mohammed con diferentes madres.
A los diez años, Mohammed perdió la vida en un accidente aéreo y Osama recibió como herencia unos 35 millones de dólares en acciones de las empresas Bin Laden, que en manos de Salem, uno de los hermanos mayores, pronto se duplicaron al convertirlas en un conglomerado industrial con intereses en energía, telecomunicaciones y minería. En una de esas jugadas del destino, una de las empresas en las que invirtió Salem en los Estados Unidos fue una compañía llamada Arbusto, la cual era dirigida por el entonces desconocido empresario tejano George W. Bush.
Los Bin Laden eran dueños del 5% de la empresa. Igual que su padre, Salem Bin Laden murió en un accidente aéreo en 1980 dejando al Grupo Binladin en manos de otro hermano mayor de Osama, Bakr, quien continuó los ambiciosos planes de Salem. Para 1990, el conglomerado tenía un capital en exceso de cinco mil millones de dólares, con el cual, entre otras cosas, construyeron la gran mezquita de la Meca, donde cabe un millón de personas y una base militar estadounidense para 4000 soldados, que unos diez años más tarde sería base lanzamiento para la cacería de uno de sus constructores.
En 1974, Osama se casó con la primera de sus cuatro esposas y en 1981 se graduó en Economía y Administración Pública en la Universidad Rey Abdul-Aziz, la más prestigiosa universidad del reino árabe. Fue aquí donde por primera vez entró en contacto con la realidad del mundo árabe y los conceptos del jihad.
En 1979 los soviéticos habían invadido Afganistán y musulmanes de todas partes del mundo se dirigían a este país para luchar contra los invasores. Uno de ellos fue Bin Laden.
Usando sus influencias, consiguió apoyo del mundo árabe para financiar la infraestructura con la que se defendían los mujahideen (guerreros sagrados). A pesar de que los Estados Unidos apoyaba la guerra contra las fuerzas soviéticas —entre ellos y Arabia Saudita dieron más de $6 billones a la causa— de acuerdo a informes de la CIA, ya entonces Bin Laden expresaba sus sentimientos en contra de los estadounidenses.
Pero sobre todas las cosas Bin Laden se destacó en el arte del reclutamiento. Su dedicación a la causa lo convirtió en objeto de leyenda, por haber abandonado su vida de niño rico por la «Guerra Santa». En promedio, durante la invasión, 250.000 musulmanes luchaban en contra de los rusos en cualquier momento del día.
Después de la retirada de los soviéticos, Osama unió a su gente con la del egipcio Ayman Al Zawahiri, y bautizó a la nueva organización con el nombre de La Base (Al-Qaeda). Con poco menos que una causa por que luchar, Osama se dedico a sacar del poder a Benazir Bhutto, presidente de Pakistán, por el simple hecho de ser mujer. Ésta, en una entrevista con el mismo Peter Bergen reveló que parlamentarios pakistaníes le llegaban con maletas llenas con $100.000 dólares que les enviaban para que le retiraran el apoyo político. Al preguntar que quien estaba haciendo eso, la respuesta siempre era la misma: Osama Bin Laden.
Sin ninguna otra razón que las diferencias ideológicas, Al-Qaeda tuvo inclinaciones anti-yanquis desde sus inicios y a pesar de la creencia generalizada, los Estados Unidos tuvieron poco que ver en el entrenamiento de su personal durante la guerra afgana, donde el apoyo, de forma indirecta, fue más que todo logístico y financiero a través del gobierno de Bhutto. Esta fijación con los ideales musulmanes recrudeció cuando la Guerra del Golfo entró en su etapa inevitable. Osama Bin Laden ofreció al gobierno árabe su ejercito para defenderse del ataque de Saddam Hussein, lo cual según él, sería un paseo en el parque comparado con la campaña en contra de Rusia.
Pero los árabes no aceptaron y prefirieron aliarse con los estadounidenses. Para Bin Laden esto era el colmo de los colmos. No sólo se había gastado una fortuna invirtiendo en las defensas árabes, sino que ahora su «Tierra Santa» sería invadida por soldados infieles de ambos sexos. Por ello, se enfrascó en un batalla de opiniones con el gobierno. Cansados de sus comentarios Arabia lo arrestó en 1990, y fue liberado en 1991 gracias a la intervención de su familia, dejando Arabia para nunca más volver.
Tras su escape Osama se fue al Sudán, donde vivió bajo el protectorado del gobierno. Allí Osama dobló su fortuna invirtiendo en obras públicas, que luego utilizó para entrenar tropas de Al-Qaeda. Presionado por los Estados Unidos, Osama abandonó Sudán en 1996 y halló cobijo en Afganistán, país que convertiría en su base gracias al apoyo de lo que más tarde sería conocido como el gobierno «Talibán».
En 1998, Osama Bin Laden fundó el Frente Mundial Islámico para el Jihad en contra de los judíos y los «cruzados» —es decir Raimundo y todo el mundo— y clamó por la muerte de todos los estadounidenses, pidiendo que no se diferenciara entre los vestidos de uniforme y los civiles. Todos debían considerarse como blancos.
En una mañana de agosto de 1990, y con una diferencia de 5 minutos, dos ataques suicidas con carros-bomba explotaron en las embajadas de los Estados Unidos en Kenya y Tanzania, matando a 12 estadounidenses y a 212 locales, la mayoría musulmanes. A través de una entrevista en Al-Jazeera —donde agradecía a Dios por la muerte de los norteamericanos— el nombre de Bin Laden pasó a ser del dominio público. Y lo peor no había llegado aún.
El Día de la Raza del año 2000, un ataque suicida en Yemen perforó al destructor «USS Cole» matando a 17 marinos. Mientras Washington evaluaba la forma de manejar lo que había pasado de un problema menor a un verdadero dolor de cabeza, llegó el 11 de septiembre del 2001.
Si existe algún símbolo del poderío militar y económico de los Estados Unidos, ese es El Pentágono y lo eran Las Torres Gemelas del extinto World Trade Center. El ataque contra estos dos edificios, fue la manera de Bin Laden de declararle la guerra a un estado que considera su enemigo.
Y los Estados Unidos entendieron el mensaje.
Bin Laden, quien al principio negó su participación en los ataques, vio sus sueños de grandeza desvanecerse al haber calculado mal la maquinaria que se preparaba para caerle encima. Tras los ataques, Afganistán e Irak han sido forzados a cambios sumarios de gobiernos, buscando hacerle el mundo chiquito al hombre que por ahora no le queda más que seguir escondido en las cuevas que él mismo construyó para defenderse de los rusos. ?
Enlaces de interés
Página oficial del Grupo Binladin
Página de los más buscados del FBI
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