Necesitas ser bien especial para tener un gran funeral

Un hombre se despierta una mañana y comienza a vestirse para ir al trabajo. Pero cuando abre el closet encuentra todas sus camisas arrugadas, por lo que le dice a su esposa:

—Hey, mujer, ¿qué pasa aquí? ¿Por qué todas mis camisas están arrugadas?

La mujer, todavía medio dormida, le responde que no es su culpa, y le dice que ella estaba haciendo sus labores del hogar normalmente el día anterior, cuando decidió prender la televisión. En el canal 1, estaban transmitiendo en vivo asambleas desde el Congreso. Así que cambió al canal 2: en vivo desde el Congreso. Exasperada, entonces cambió al canal 3. ¿Y qué estaban transmitiendo? Adivinaste: el Congreso en asamblea.

—Después de eso —dijo ella— No iba a prender la maldita plancha. Plánchate tú mismo tus malditas camisas.

La mitad de los Estados Unidos probablemente estaba vistiendo camisas arrugadas esta semana. Yo hasta me quité el reloj la semana pasada cuando la historia de la ascensión de Ronald Reagan a las glorias de la Casa Blanca empezó a salirse de control.

Los Estados Unidos de América sabe muy bien cómo llorar a sus muertos. Pero no a todos sus muertos, of course.

Tomen a Ring Lardner Jr. por ejemplo. Ring era lo suficientemente famoso. Se ganó un Oscar como guionista. Escribió el guión de «Woman of the Year» y fue responsable del nacimiento de uno de los íconos más celebrados de la cultura norteamericana: el dúo fílmico Katharine Hepburn/Spencer Tracy. También escribió el guión de una de las películas más cómicas en la historia de los Estados Unidos, M*A*S*H*, que a su vez dio lugar a uno de los programas de televisión más largos de la historia.

éste no es un mal currículo, pero Ring tenía un problema. Había sido miembro del partido comunista a comienzo de los años treinta. Esto se convirtió en una carga a mediados de los cuarenta cuando, justo como Ronald Reagan, su carrera en Hollywood estaba empezando a despegar. Como todo el mundo que entonces fue llamado a declarar frente al House of Un-American Affairs Committee (Comité de Actividades Anti-Americanas), a Lardner se le ofreció una salida fácil. él podría haber confesado en privado ante el FBI y «nombrar nombres», si quería seguir hacienda películas. Y si no quería ir a la cárcel, podía haber invocado la Quinta Enmienda cuando le preguntaron el ahora famoso «Es usted ahora, o ha sido en el pasado…»

Lardner no hizo nada de esto. Se rehusó a implicar a cualquiera que conocía, y peor aún, se negó a invocar la Quinta Enmienda ante el Congreso. Lardner creía que hubiera sido erróneo «confesar» de cualquier forma que uno había pertenecido a un partido político que era legal. Así que cuando el vicioso del Secretario de la HUAC, J. Parnell Thomas, le preguntó acerca de su pasado comunista, Lardner le respondió: «Yo podría responderle eso de la manera que Usted quiere, Sr. Secretario, pero entonces me odiaría a mi mismo en las mañanas».

Lardner fue condenado por rebeldía frente al Congreso y sentenciado a 10 meses en la cárcel de Danbury. Lardner pagó su condena, y cuando salió, fue puesto en la lista negra de Hollywood por casi 20 años.

Durante los años en que Lardner estuvo fuera de Hollywood, Ronald Reagan fue varias veces presidente del Screen Actors Guild (Sindicato de Actores de los Estados Unidos) y después gobernador de California. Cuando Reagan había enfrentado la misma opción que la HUAC le había dado a Lardner, Reagan tomó lo que esta semana la historia demostró era el camino más honorable. Cooperó con el comité, apareciendo como un testigo amigable, bromeando con los miembros del panel acerca de vestir espuelas en el ejercito y denunciando agriamente la presencia de comunistas en Hollywood (algunos de los cuales, debe decirse, eran los líderes de un nuevo sindicato de guionistas con el cual Reagan no estaba de acuerdo.) Después de las audiencias ante el HUAC, Reagan se mantuvo firme en sus principios, sirviendo de informante para el FBI (nombre código: T-10) y junto a su esposa, Jane Wyman, proveyendo nombres de sospechosos por comunistas. También trató de instituir una política dentro del sindicato de actores para obligar a sus miembros a firmar pactos de lealtad.

Pero por supuesto, ustedes dirán, Reagan no era comunista. No tenía nada que ocultar. Bueno, aparentemente sí. Cuando Reagan se convirtió en gobernador en 1966, tuvo que llenar una forma de seguridad para tener acceso al departamento de investigación atómica de la Universidad de California. De esa forma, Reagan mintió acerca de haber sido miembro del Comité por una Política Democrática para el Medio Oriente en 1946, organización que más tarde fue declarada como subversiva por el HUAC. También mintió acerca de haber estado en el Comité de Veteranos de los Estados Unidos, que más tarde fue tachada como «dominada por comunistas» por el sucesor del HUAC, el Comité Burns.

¿Fueron las decisiones del HUAC/Comité Burns un montón de mierda? Por supuesto que sí. Pero también lo fueron los cargos en contra de Lardner. Y Lardner decidió enfrentarlos, mientras Reagan eligió el camino que los Estados Unidos probó esta semana considera el más aceptable: mintió, se retorció y se arrastró para hacerse camino alrededor de ellos.

¿Y qué acerca de Mario Savio? El líder del Berkeley Free Speech Movement (Movimiento por la Libertad de Expresión de Berkeley) que murió sin mucha bulla en 1996. él debió haber sido mencionado esta semana, porque Savio fue bien responsable de que Reagan fuera elegido a la gobernación de California. Savio fue el que comenzó todo ese zaperoco en 1964 cuando retó la decisión de la Universidad de California que decía que los estudiantes no podían distribuir literatura política —particularmente la referida a derechos civiles— en la sede de la Universidad. Mientras Savio se la pasó entrando y saliendo de la cárcel por cargos relacionados con protestas no violentas, Reagan llegó a la gobernación prometiendo «limpiar ese desastre en Berkeley».

Esta semana aprendimos que la gente que hizo campaña por el derecho de voto de los negros va a la cárcel y mueren tranquilamente algo más tarde, mientras que la gente que coopera con J. Edgar Hoover para hacer ver a estudiantes que protestan como comunistas (Reagan hizo esto en 1966) y utiliza helicópteros para bombardear los cámpuses universitarios con gases lacrimógenos (Reagan hizo esto en 1969) son convertidos en prominentes personas públicas cuando viven, y celebrados como héroes nacionales cuando mueren.

¿Y qué acerca de Daniel y Phil Berrigan? Mientras vivían los dos hermanos católicos fueron una pesadilla, protestando contra la guerra por décadas y sirviendo, entre los dos, cerca de 21 años de cárcel en el curso de sus vidas. En los años 60, cuando Reagan estaba diciendo cosas cómo, «Es tonto hablar de cuántos años vamos a tener que estar en la selvas de Vietnam cuando podríamos pavimentar todo el país y convertirlo en un estacionamiento y todavía estar en casa para navidad». Dan Berrigan estaba quemando tarjetas de reclutamiento y, famosamente, disculpándose por ello. «Buenos amigos, nuestras más sinceras disculpas, por este quebranto del orden público, por quemar papel en vez de niños…». Por sus acciones en contra de la guerra, los Berrigans primero tuvieron que vivir escondidos y después ir a la cárcel. Cuando salieron, empezaron a hacer campaña en contra de la carrera nuclear, justo a tiempo para que Ronald Reagan se burlara de toda la idea pacifista bautizando al misil MX como el «Peacekeeper».

Ambos murieron en silencio.

El legado de Reagan fue generoso. él hizo que se aceptara en los Estados Unidos la libertad de los ciudadanos de dar la cara por creencias como que «si tu haz visto un árbol, los haz visto todos». Gracias a Reagan, Los Estados Unidos ahora puede dormir en paz, porque la gente que no tiene casa, los homeless, son homeless «porque ellos quieren ser homeless», que la gente que se va a la cama sin comer cada noche, lo hacen porque «están a dieta», que la explosión del Monte St. Helens puso más sulfuro en la atmósfera que los carros, que la gente viviendo de seguridad social son «una masa sin rostro, esperando por una limosna», que demasiada ayuda federal para educación causa la baja en las ganancias corporativas.

Celebramos la muerte de Ronald Reagan por una semana porque creemos en cubrirnos el culo para proteger nuestras carreras, nombrando nombres si es necesario. Nos atragantamos en este elaborado funeral militar porque amamos a este país que se burla de los Savios y Berrigans del mundo por su vergonzosa cualidad de dar la cara por la paz. Le damos trato preferencial a Reagan porque él representa nuestras mejores cualidades: nuestro patriotismo barato, nuestro odio por los pobres y los perdedores, nuestro miedo al cambio, nuestra xenofobia y nuestra absoluta mediocridad. él fue el campeón de todas estas cosas y murió en medio de una gran fanfarria, mientras que la mejores cosas de los Estados Unidos mueren, han muerto, en silencio.

Matt Taibbi es el editor del periódico alternativo eXile en Moscú y es colaborador del periódico independiente norteamericano The New York Press, donde este artículo apareció originalmente.


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