Cuando la televisora internacional francófona TV5, en Octubre del 2004, transmitió un reportaje sobre un joven soldado francés reclutado para ir a trabajar como mercenario en Irak protegiendo a las petroleras norteamericanas y al grupo Carlyle, las reacciones galas fueron algo mitigadas. En un conocido foro en internet, encontramos que la mitad de los internautas ni siquiera ven un problema en todo el asunto o en el mejor de los casos, se preguntan cuál es la relevancia de tal noticia si el mercenariato es una práctica tan vieja como el mundo mismo.
Es verdad que en cualquier guerra de la historia podemos conseguir a un cavernícola que decidió enrolarse con la tribu enemiga o a un Vladimiro Montesinos que le vende armas a las FARC. Lo que extraña, a mi parecer, es el argumento -que suele venir de la inteligentsia derechista- que busca justificar dicha práctica ya que «siempre se ha hecho». Ahora bien, las argumentaciones se vuelven difíciles ya que la izquierda parece, en este tipo de casos, querer contraponer a ésta justificación una especie de moral superlativa del tipo, «el que siempre se haya hecho no significa que sea correcto», o algo por el estilo del «deber ser» kantiano.
Digamos que, en lo personal, me cuesta ver el vínculo que justifica el hecho de que Francia mande mercenarios a Irak simplemente porque en Las Cruzadas el Concilio de Clermont llamase a los mercenarios a «luchar por el bien» o que la orden de los Templares hubiese pactado con los árabes en una cohabitación sospechosa, si le creemos a Umberto Eco en El péndulo de Foucault.
Pero vayamos a los hechos: Francia es, como se sabe, el país de los «Derechos del Hombre», nación de enciclopedistas iluminados que siempre ha luchado por la justicia y la igualdad. El delegado francés ante la O.N.U. y actual ministro del interior declaró, en un discurso que fue ovacionado por una aplastante mayoría, que «una intervención (en Irak) podría tener consecuencias incalculables para los hombres, para la región y para la estabilidad internacional». Como todos sabemos, los galos intentaron luego amalgamar una oposición internacional a las políticas de Bush que fracasó estrepitosamente, dejando a Francia muy mal parada y víctima de frases como «castiguen a Francia, ignoren a Alemania y perdonen a Rusia» de la parte de Condoleeza Rice.
Sin embargo, Francia tenía moral. Había perdido, pero al igual que un personaje de los Hermanos Karamazov, por lo menos seguía íntegra y sin ensuciarse las manos. Seguía siendo una nación justa, incapaz de matar inocentes por el dinero petrolero.
Tal vez. Pero siempre aparecen sujetos capaces de aprovecharse de este tipo de situaciones, para tratar de volver rentable los negocios bélicos.
Dicho personaje es Richard «Sanders» Rouget, francés residenciado en Sudáfrica cuya biografía es tan espantosa que hace parecer la película Fahrenheit 9/11 de Michael Moore tan rosa como Bambi.
Veamos las cosas paso a paso. El más famoso de los mercenarios franceses es, sin duda, Robert «Bob» Denard, conocido por sus intervenciones en Gabón, el Congo, Yemen y Angola. Incluso en Islas Comores, monsieur Denard llegó a conducir dos golpes de estado, uno en 1978, y otro en 1995.
De todos modos, la historia avanza, como me explica mi amigo de derecha. Hemos aprendido de los errores y ahora contamos con unas Naciones Unidas que pueden intervenir y detener masacres y crisis humanitarias. Claro. Eso explica por qué tan recientemente como 1997 el gobierno del Zaire llamase a sociedades mercenarias para pelear a su lado, o mejor aún, que en el 2002 monsieur Rouget condujese tropas mercenarias para apoyar al presidente Laurent Gbagbo en Costa de Marfil.
He aquí la realidad de las cosas. En lo único en lo que podemos estar de acuerdo mi amigo de derecha y yo es que, si algo avanza, no es la historia sino el capitalismo y la creación de transnacionales. De ahí que, el 4 de Diciembre de 1989 las Naciones Unidas tratasen de pasar una convención internacional contra la utilización, financiamiento y la instrucción de mercenarios que sería ratificada por sólo veintidós países. Adivinen quién no la ratificó. Exacto. El país de los Derechos del Hombre estimó que la convención no definía muy bien el término de «mercenario» y por ello prefirieron no ratificar dicha convención.
La verdad es que de una intervención mercenaria directa financiada por el Estado hemos pasado a una intervención indirecta a partir de sociedades privadas. Estas sociedades aparecen por primera vez en 1990 y se supone están dedicadas a actividades de «seguridad». Cuentan con una plantilla de empleados sacados de la CIA y el ejército que se dedican a actuar directamente en sitios como Colombia y más recientemente Irak, donde la coalición ha firmado contratos por 4 millardos de dólares con empresas de seguridad privada. Las más famosas son DynCorp, la cual entrena paramilitares en Colombia y Military Profesional Ressources Incorporated (MPRI), aunque podemos encontrar compañías Inglesas, Francesas, Danesas e Israelitas también. La lista es larga.
Es ahí donde aparece la sociedad Sudafricana Erynis, donde Richard «Sanders» Rouget juega un papel activo. Si buscamos su nombre en internet, nos encontramos con un empresario aparentemente inofensivo que dirige excursiones tipo Safari en Sudáfrica. Sin embargo, en el verano del 2003, este amador de la caza fue condenado por un tribunal surafricano por el envío de mercenarios a Costa de Marfil. «Me declaré culpable -afirmó al periódico Libération- para poder salir de la condena rápidamente. No podía permitirme estar inmovilizado seis meses o un año, ya que tengo un negocio que dirigir» (Libération, 02/08/2003). Salió bajo libertad condicional ya que, evidentemente, perderse la temporada de cebras o jirafas africanas podía ser catastrófico.
Es así como Erynis International, encargada de entrenar a la nueva milicia Iraquí, llama a Rouget para reclutar mercenarios franceses y mandarlos a Irak. El historial de Rouget es de vieja data y cuenta entre sus operaciones más impresionantes, el asesinato de la delegada del African National Congress en 1988. Dulcie September afirmó tener pruebas de que Francia enviaba carbón, petróleo, armas y material nuclear al régimen apartheidista de áfrica del Sur, pasando por encima del embargo internacional. El ministro del interior Charles Pascua negó sospechosamente a Dulcie September la protección policial que pidió al enterarse de que acaban de asesinar al representante del ANC en Bruselas. El 29 de Marzo la delegada en Francia fue abaleada por unos obreros. Como en una película de mafiosos, todos saben quién fue pero nadie ha visto nada.
Sin embargo, vuelven a aparecer las paradojas. El gobierno francés, en abril del 2003, aprobó con una inmensa mayoría la ley anti-mercenaria, ¿pero cómo se pueden regular las estructuras pertenecientes a las sociedades privadas? Es decir, un principio básico del capitalismo es la independencia prácticamente total de la propiedad privada; en mi casa hago lo que quiera, mientras sea más o menos legal. Aparecen los problemas relativos a lo individual y lo social: el empresario conservador Rupert Murdoch compra ochenta periódicos y televisoras con su capital (privado) y luego incide sobre el bienestar público, pervirtiendo la información. Si cierran la televisora, aparece el bendito first ammendment para proteger la libertad de expresión; si no la cierran, se acepta el monopolio de las noticias como capital de intercambio socio-económico.
Bien dijo Michel Foucault que aquél que hace la ley hace la trampa también. Toda ley existe para ser infringida, si nadie nunca rompiese la ley ni siquiera haría falta hacerla, la vida se regularía sola.
En este caso, el mundo cae en una apología leguleya que se supone regula las injusticias y ordena al ser humano; no hay más mercenarios simplemente porque pasamos una ley en contra de eso. Llegamos al consenso que nos dirige a la tierra prometida: la ONU vota por la existencia de dos estados, uno Palestino y uno Israelí y creemos que hemos solucionado el asunto. Teóricamente todos los pasos para lograr la paz se van alineando utilizando este «fin común» de trasfondo.
Desgraciadamente, los fines retóricos van más rápido que las teorías del discurso y hoy en día sabemos que decir algo como «invado porque hay armas de destrucción masiva», para luego decir, «no, no era eso, era porque había nexos con Al-Qaida» o cualquier otro disparate, nos lleva a pasarnos la vida en justificaciones salidas de un arte sofista que las naciones desarrolladas manejan a la perfección. No hace falta ser un experto en política internacional para saber esto, son simples palabras que hacen cosas y que pueden ser borradas con disculpas. Como el amigo que jura amor y fidelidad a una chica el viernes por la noche para excusarse diciendo que estaba borracho el sábado por la mañana.
Las palabras son como las leyes. Son marcadores que indican por dónde pasamos, pero que en ningún caso te explican cómo seguir. Creer que los mercenarios no existen simplemente porque se prohíben es igual de ingenuo que creer que si se construyen más cárceles se acaba con el crimen.
Lo complicado de todo el asunto es preguntarse por qué Francia no ha dado más cobertura a sus mercenarios que van por el mundo matando inocentes para enriquecer a las compañías de otros países. En todo caso, debe ser porque es un quehacer privado, que no incumbe al país.
Puede ser. Pero cuando te enteras de que alguien gana diez mil dólares semanales para proteger a los empleados de la Halliburton en Irak, francés o no, me parece que el tema da para mucho más que simplemente explicar que siempre han existido bastardos, que eso no es nada nuevo y que debemos conformarnos con la hipocresía del Estado, pero sobre todo, con la hipocresía de una población que condena una guerra y no se da cuenta que está encubriendo directamente dicha guerra.
Esto se debe a que el mundo ha quedado reducido a una realidad virtual donde el real-time posee más valor que todas las argumentaciones del planeta. La fuerza política y de comunicación se encuentra actualmente diezmada por un relativismo ingenuo y hasta estúpido donde sólo prevalece el viejo acertijo oriental según el cual si un árbol cae en el medio de la selva pero nadie lo oye, pues simplemente no hace ruido. Si las cámaras no lo filman no sucede o queda restringido a las palabras incendiarias de un ensayo de Noam Chomsky que no convence a nadie. No se trata de que una imagen valga más que mil palabras, se trata de que una imagen logra crear reacciones en la gente al impactar la conciencia, mientras las palabras establecen conexiones intelectuales donde las teorías de la argumentación tienden a prevalecer, robando sustento a la realidad, relativizando de manera irresponsable todas las acciones humanas.
En ese sentido, el supuesto cuarto poder de la información se manipula asquerosamente para lograr inclinar la balanza a favor del que mejor nos convenga, construyendo una guerra mediática. Los reporteros de la Fox News se afanan en entrevistar a iraquíes contentos y risueños, afirmando disparates como que Bagdad es más seguro que un barrio violento de Los ángeles, mientras los franceses machacan por su lado mostrando desolación, muerte y subdesarrollo.
La verdad es que las cosas no son tan blanco o negro. Hoy en día, a dos años de la invasión y con dos equipos de reporteros franceses secuestrados en Irak, (la última siendo Florence Aubenas de Libération), ¿dónde está la cobertura que una noticia como la presencia del legendario Richard Sanders Rouget en el país debería suscitar? ¿Por qué unos reporteros diplomados y con credenciales evitan hurgar más allá de la superficie? Y sobre todo, ¿por qué hoy en día, que contamos con los mayores avances en telecomunicaciones jamás vistos para cubrir una guerra, nos tenemos que conformar con una cobertura mediocre que no subraya este tipo de operaciones?
A fin de cuentas, todos terminamos siendo unos conejillos de indias para unos sátrapas que nos manipulan mientras se ensucian las manos y mantienen una postura «justa» de rectitud moral. En París se sigue creyendo que Francia se opuso a la guerra. La gente desfila contenta, militando por un mundo mejor donde se excluyen los abusos. Del otro lado del Sena, en los recluidos cuartos del Eliseo, Chirac y sus secuaces son responsables de encubrir estas operaciones mercenarias.
Si la democracia funcionase, tendrían que rendir cuentas algún día. Eso sí, la fecha está lejos, ya que primero tenemos que limpiar el sistema viciado de los medios de comunicación para que el ciudadano tenga acceso a este y otro tipo de información mucho más importante que cuatro esbirros tumbando una estatua de Hussein en Bagdad.
Yo en lo particular espero poder contribuir mi grano de arena.
Algunas referencias
Mercenaires français en Irak pour la société sud-africaine Erinys
La Lettre du Continent, Mercenaires français en Irak pour la société sud-africaine Erinys, 23/10:
« La société de sécurité privée Erinys, qui a remporté un contrat dans le cadre de la formation de la nouvelle armée irakienne, a fait appel au Français Richard R. et au Sud-Africain Jim M. […] pour leur trouver des «agents» français. »
[Le mercenariat est un monde de magie où les chiens de guerre et les oies sauvages, remplaçant les petits lapins, disparaissent et réapparaissent subitement : ancien de la bande à Denard aux Comores, impliqué dans l’assassinat de la représentante de l’ANC à Paris en mars 1988, Richard » Sanders » Rouget a été condamné cet été par la justice sud-africaine pour avoir, à la demande de ses anciens camarades, envoyé des mercenaires sud-africains en Côte d’Ivoire. Il a plaidé coupable, ce qui lui a permis de n’être condamné qu’avec sursis. « J’ai plaidé coupable pour pouvoir ressortir vite. Je ne pouvais pas me permettre d’être bloqué six mois ou un an, j’ai un business à faire tourner » déclarait-il après son procès (Libération, 02/08). Et voilà qu’Erinys recrute des Français par son intermédiaire, malgré les condamnations vertueuses des entreprises de guerre privée à la tribune de l’Assemblée nationale, par tous les groupes politiques, lors du vote de la loi anti-mercenaires en avril 2003. Comme dans tous les tours de magie, il y a un truc… que le public ne doit surtout pas connaître ! – PT
On pourrait s’étonner par ailleurs de ce que Richard Rouget, officier français issu des milieux d’extrême-droite, vive si tranquillement en Afrique du Sud après avoir tant contribué à la criminalité denardienne – y compris contre les proches de Nelson Mandela. Il a été aussi prestement libéré que jugé dans l’affaire du recrutement de mercenaires au profit du président ivoirien Laurent Gbagbo. Jim M. avait recruté de même pour Robert Gueï, le prédécesseur de Gbagbo. La fin de l’apartheid n’a pas supprimé les vieux liens barbouzards entre la Françafrique et l’Afrique du Sud. Et le mercenariat d’extrême-droite, jadis enrôlé dans la première Guerre froide, semble bienvenu en Irak. – FXV]
http://assassinatsdecooperants.ouvaton.org/article.php3?id_article=607
Convention internationale contre le recrutement
«La France n’envisage pas de devenir partie à la Convention internationale contre le recrutement, l’utilisation et l’instruction des mercenaires. Il n’est donc pas, dans l’état actuel des choses, dans l’intention du Gouvernement d’engager une procédure au plan interne en ce sens. […] Certaines dispositions de cet instrument, négocié dans le cadre de l’Organisation des Nations unies, posent en effet problème, à commencer par la définition qui y est donnée du mercenaire ». (Hubert VéDRINE, réponse à une question écrite de la députés socialiste Martine David. J.O. du 03/04/2000).
[Cette réponse, fournie au moment où nous lancions une campagne pour l’adhésion de la France à la Convention de l’ONU, ne nous étonne guère : Paris, pour ne plus intervenir ouvertement, multiplie les recours aux mercenaires. Au cabinet du ministre Védrine, on invoque carrément à leur propos « la liberté du commerce ». On comprend aussi les problèmes de définition, quand l’élysée banalise l’utilisation des vrais-faux mercenaires – tous ceux qui « suscitent la confusion en portant parfois un uniforme qui ressemble à celui qu’ils ont porté hier » (Charles Josselin, in Jeune Afrique du 07/12/1999). Avant probablement de le porter demain. Pour tester la pertinence de leur inaction sur la question mercenaire, nous suggérons à MM. Chirac, Jospin et Védrine d’interroger le peuple français par référendum : est-il pour ou contre le libre commerce des mercenaires africains en France ?].
http://assassinatsdecooperants.ouvaton.org/article.php3?id_article=406
Histoire du mercenariat français:
http://www.monde-diplomatique.fr/2004/11/A/11670
Liste des sociétés mercenaires:
http://www.monde-diplomatique.fr/2004/11/A/11675
Convention International contre le recrutement des mercenaires:
http://assassinatsdecooperants.ouvaton.org/article.php3?id_article=406
Richard Rouget :
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