Las caricaturas de un gran conflicto

Hace más de 25 años, una editorial española publicó una serie de revistas de historietas que gozaron de la aceptación del público en general. Se llamaba «Érase una vez, el hombre». La caricatura en cuestión se valía de los mismos personajes para contar la historia de la humanidad de una manera entretenida para los niños.

Uno de los números se titulaba «La conquista del Islam» y, si mal no recuerdo, la imagen de Mahoma aparecía varias veces interactuando con los personajes.

El 30 de septiembre de 2005, el periódico danés Jyllands-Posten publicó una serie de caricaturas humorísticas sobre Mahoma. Tampoco pasó mucho. Hasta que otros medios europeos reprodujeron días atrás los 12 dibujos y se armó la hecatombe.

La mayoría de los países musulmanes se movilizaron en repudio a la publicación y la violencia tomó tintes gigantescos cuando fueron quemadas embajadas, oficinas de la Unión Europea y una cantidad de sedes diplomáticas europeas en países musulmanes.

El Ayatolá Alí Jamenei, máxima autoridad Iraní (incluso el presidente debe consultarlo) declaró que se trata de una conspiración de los sionistas para crear tensiones entre musulmanes y cristianos y dijo: «Esta rabia es justificada e incluso santa, pero no está dirigida contra los cristianos del mundo, sino contra algunas manos diabólicas involucradas en este diabólico asunto»

Según explican los estudiosos, la imagen de Mahoma no puede ser representada pues esto llevaría aparejada la idolatría, elemento prohibido en el Corán.

Para ser franco, jamás he leído el Corán, ni la Torá, ni siquiera he prestado mucha atención a la Biblia. Pero supongo que no existe religión alguna que obligue al creyente o feligrés a iniciar una Guerra Santa contra tal o cual persona o estado.

La Iglesia católica la hizo específicamente contra los musulmanes y, junto con la Inquisición y la evangelización del mundo (¿incivilizado?), fueron crímenes terribles y repudiables. También debemos admitir que todo se trató de política y poder y que las intenciones religiosas eran el último eslabón de una cadena de codicias.

¿Los musulmanes odian a los judíos? No todos, pero una gran mayoría asentada en medio oriente, siente una inquina especial contra el pueblo hebreo. Las causas son territoriales, religiosas, económicas y raciales. Todas ellas se incrementaron luego de la famosa guerra de los seis días en donde Israel multiplicó varias veces su territorio gracias a una estrategia perfecta y a la mirada para otro lado de las potencias mundiales.

¿Los musulmanes odian a los cristianos? No lo creo, incluso comparten gran parte de sus creencias, aunque seguro debe quedar rencor por las cruzadas y es probable que consideren tibios a los católicos.

¿Los musulmanes odian a Estados Unidos? No, incluso varios millones se cobijan en su suelo y pagan sus impuestos puntualmente. Lo que odian es el imperialismo capitalista ejercido por el país y el incondicional apoyo prestado a Israel.

¿Por qué se enojan tanto por unas caricaturas? Dudo, aunque sin pruebas, que se trate de las caricaturas. Creo suponer que el poder político musulmán utiliza esta situación para enfervorizar a un pueblo exaltado en el dolor del sufrimiento y la pobreza y apegado a la esperanza eterna que solo le brinda su religión.

Los líderes musulmanes saben manejar a sus pueblos, saben unirlos en la fe en Alá y así, tal vez, pueden manipularlos con facilidad.

No los juzgo por eso, no existe político en la historia de la humanidad cuyo objetivo no haya sido ese. Los países poderosos manipulan el fervor de sus ciudadanos con comodidades, lujos y guerras ganadas; los en vías de desarrollo con la promesa de ello y los muy pobres generalmente buscan exaltar las pasiones místicas de sus habitantes.

No hay buenos ni malos, o mejor dicho, en todos los bandos hay buenos y malos.

¿En que terminará esto? Espero que no se agrave demasiado, a pesar de que una revista francesa publicó nuevas caricaturas del profeta en solidaridad con el diario danés.

En los gobernantes estará la buena disposición de resolver el conflicto y aquietar las aguas. Por el momento, lo que se ha logrado es mucho odio de ambos lados: los indignados por la publicación y los que consideran excesiva la reacción.


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