La tragedia de Michael Jackson

Michael Jackson ha sido arrestado. Se le ha imputado el cargo de haber perpetrado abusos deshonestos con menores de edad. Y ahora el pueblo de Estados Unidos tiene que sufrir este reciente escándalo acerca de gente famosa y del sexo que la prensa con tanto placer promueve. Es una oportunidad para comportarse como una manada de tiburones hambrientos. Compiten por el último rumor, la insinuación más reciente, el detalle más lascivo. Durante los próximos meses, la prensa y la televisión nos apabullarán con el humillante espectáculo del caso de Jackson.

Los comentaristas de los medios de prensa y los parlanchines que aparecerán por televisión hablarán sentenciosa y maliciosamente y sonreirán presuntuosamente según el ángulo de sus miras, pero no ofrecerán la más mínima perspicacia acerca del caso.

Los órganos de prensa funcionan en este infeliz episodio de ciertas maneras para desviar la atención del público de temas que son verdaderamente significativos, sobre todo la continua violencia y la pérdida de vidas en Irak, para envenenar y anestesiar la consciencia del pueblo no importa cómo sea. Y seguirán la pista de todo tema que «ponga la sangre a circular» para ganar más público, aumentar la cantidad de anuncios pagados, etc.

Todavía no se ha establecido ningún hecho concreto del caso, y Michael Jackson tiene derecho a ser considerado inocente hasta probarse lo contrario. Se supone que su acusador es de 12 ó 13 años de edad, joven sobreviviente de cáncer (el cantante auspicia varios eventos en su rancho para niños enfermos). Fue invitado a visitar la mansión de Jackson (El Rancho Neverland) al norte de la ciudad de Santa Bárbara, Estado de California.

Los partidarios de Jackson alegan que la madre del niño entabló un pleito para extorsionar a Jackson. El 25 de noviembre, el abogado de Jackson, Mark Geragos, se expresó con ira ante la prensa: «Si alguien niega, basándose en lo que hasta ahora ha sucedido, que la verdadera razón de estos cargos y alegatos tienen que ver con el dinero, entonces esa persona está viviendo en una fantasía».

La prensa ha publicado varios informes que sugieren que la madre del joven cuenta con una historia de acusar a gente de haber cometido abusos deshonestos. También se ha descubierto una videocinta, hecha por la mujer y su hijo en febrero de este año, en la cual alaban a Jackson y rechazan toda idea acerca de algún comportamiento impropio. En la cinta, la mujer aparentemente declara que Dios había bendecido a su familia al integrar a Jackson a sus vidas. Añade que Jackson había sido «un padre» para su hijo. Se supone que también existe una declaración jurada por escrito que alude a lo mismo. Un abogado del padre ha puesto en tela de juicio los cargos contra Jackson.

El tono de la campaña de las autoridades de Santa Bárbara contra Jackson tiene ciertos matices socio-políticos reaccionarios. El fiscal del condado, Tom Sneddon, es un obsesivo Republicano conservador. En 1993 tuvo las esperanzas de enjuiciar a Jackson con cargos similares, cuando el cantante llegó a un convenio, fuera de los tribunales, con una familia que le había entablado un pleito civil.

El cantante luego compuso y grabó una canción que en realidad fue una represalia no muy sutil contra Sneddon. Pero el fiscal apenas podía contener su regocijo durante la conferencia de prensa celebrada el miércoles pasado, en la que anunció los cargos. Funcionarios de la Municipalidad de Santa Bárbara ya había mostrado su actitud cuando 70 miembros del personal de las oficinas del alguacil de la policía del condado invadieron la mansión de Jackson.

En una entrevista televisada por la cadena nacional ABC News, Jermaine Jackson, hermano mayor Michael, condenó la «venganza personal» de Sneddon. Añadió que «son una pila de incultos racistas que no les importa un bledo la gente». Previamente, en una conversación telefónica con una corresponsal de CNN, Jermaine Jackson se refirió al caso como «un linchamiento moderno». Toda la familia de Jackson, inclusive el padre -acerca de quien Michael en el pasado ha dicho cosas muy duras- defiende al cantante.

No cabe duda que Sneddon se considera a sí mismo como un cruzado en la guerra por la moral y la cultura. Existe una capa social en este país que presume lo peor acerca de Jackson, que se siente amargada porque Jackson se escapó de los tribunales de un juicio una década antes. Sólo con la crucifixión del cantante quedarían satisfechos. Grupos de derecha están iracundos y frustrados con él. Este caso nos recuerda la manera en que Oscar Wilde fue victimado en 1895, aunque ambos tienen poco en común y los cargos son muy diferentes.

No se puede discutir que Jackson es un tipo «dañado», quizás gravemente trastornado. Pero que sea culpable de los cargos que se le imputan es otra cosa. No importa cuáles sean los hechos del caso, no es para nada ridículo decir que si los funcionarios encargados de hacer cumplir las leyes no tuvieran a un Michael Jackson para ser enjuiciado, tendrían que haberlo inventado.

Un sector considerable a los ámbitos policiales y jurídicos de Estados Unidos creen que las excentricidades del comportamiento humano, sobretodo el comportamiento sexual, es casi prueba absoluta de acciones delictivas. Pero aun si a Jackson se le encontrase culpable de semejantes delitos para justificar su expulsión de la comunidad humana, una sociedad humanista lo vería con lástima y compasión, no con desprecio y odio.

¿Pero cómo puede otra gente comprender a Michael Jackson si él mismo sabe tan poco de sí? La historia de su vida es como un cuento popular. Nace en Gary, Estado Indiana, suburbio obrero de cerca de Chicago, Estado de Illinois, en 1958. Hijo de un operador de grúas en una fábrica de acero. Uno de nueve hermanos. Comienza su carrera profesional a la edad de los cinco años como primer cantante del grupo, «The Jacksons Five».

El grupo firma un contrato con Motown Records en 1968 y siguen varios hits. Luego de separarse del grupo y funcionar como artista único, se convierte, durante la próxima década, en la figura más destacada de la música pop mundial. En 1982 lanza su segundo album. «Thriller», producido por Quincy Jones, logra un éxito rotundo; siete de sus canciones se convierten en hits y vende más de 50 millones de copias por todo el mundo. En 1984, Jackson gana ocho Grammys, lo cual bate el récord.

Jackson se ha expresado abiertamente acerca de sus dificultades personales. Afirma que—y en esto lo defienden sus hermanos—que su padre era exigente y autoritario y que por lo regular le pegaba. Según Michael, Joseph Jackson a menudo le tomaba el pelo y lo humillaba.

«No sé si yo era su hijo mimado o qué… pero era muy estricto, muy duro, muy severo. Sólo con la mirada me asustaba… Hubo veces cuando me visitaba y yo me enfermaba, hasta vomitaba», le expresó Michael a Oprah Winfrey en 1993. En esa entrevista, Jackson dio la impresión que durante gran parte de su vida la soledad y la tristeza habían sido sus compañeros.

Jackson ha sido, desde muy temprana edad, una personalidad destacada. El mundo de los espectáculos ha contribuido bastante a su formación y merece la reprobación. La falsedad, la irrealidad de presentar ante el público una cara que esconde el sufrimiento personal han de haber cobrado su precio. En el caso de Jackson, ha sido de manera aguda.

El cantante ha admitido que por muchos años era «en el escenario donde me sentía más cómodo»; que las tablas eran su «hogar» verdadero. Nadie debería extrañarse si llegó a confundir la realidad de las tablas con la realidad misma.

Para un artista de raza negra que satisface a un público multi racial, esconder la identidad tiene que haber tenido sus riesgos. ¿Por qué tienen la transformación física de Jackson que asombrar o escandalizar a la gente? Simplemente siguió los ideales de nuestra cultura, enviciados implacablemente con lo falso e irreal, hasta llegar a la conclusión debida, por no decir grotesca.

Su falta de madurez se relaciona muy íntimamente con los mismos hechos: una vida vivida en el sofocante capullo del mundo de los espectáculos, amparada en cierto momento por un enorme cortejo cuya única misión era satisfacer todos sus caprichos. El «Complejo de Peter Pan», las imposturas matrimoniales, la madre alquilada para su tercer hijo: todo señala un hombre confuso incapaz de lidiar con exigencias contradictorias.

Todos estos esfuerzos desesperados para ser lo que «Estados Unidos» exige —es decir, lo que la opinión pública aparentemente desea que sea: más blanco, sexualmente inofensivo, heterosexual, padre— lo han despojado cada vez más de todo concepto que lo ayude a encontrar su propia identidad. En medio de toda esta falsedad y pérdida de un concepto de la realidad, Jackson parece haberse convencido, con toda honestidad, de una sola verdad: que si fuera niño podría gozar más de su vida.

Pero como siempre sucede en Estados Unidos, nada causa tanta ruina como el éxito. Y mientras más fabuloso el éxito, peor la ruina. Jackson, joven de talento inexplicable, hijo de una familia obrera con enormes problemas psicológicos, fue triturado por la maquinaria rompehuesos del mundo de los espectáculos de Estados Unidos. Cayó en la trampa, pero, dadas sus vulnerabilidades psíquicas, no en el momento más propicio.

Los éxitos más destacados de Jackson coincidieron con la era del Presidente Ronald Reagan, era en que muchos estadounidenses dejaron atrás el radicalismo (de ellos y de otros) de la década del 70 y se concentraron en hacerse ricos. El egoísmo, el hedonismo, el individualismo y la avaricia ocuparon el puesto de honor. Jackson era cantante, bailarín, y compositor fenomenal, pero el talento para expresar algo que valga la pena, por medio de la música que uno crea, no es un talento natural, el cual, en todo caso, tampoco es obligatoriamente consecuencia de ensayos interminables y de la presión de los padres.

«The Jacksons Five» arribaron al mundo de la música, y en particular a Motown, durante una era de grandes manifestaciones. La compañía, cuyo dueño era Berry Gordy, fervoroso partidario del «Capitalismo Negro» no había sido totalmente ajena a las corrientes radicales.

En 1971, Gordy y el cantante Marvin Gaye tuvieron tremendo choque. Gaye quería grabar una canción—¿Qué está pasando?—en contra de la Guerra de Vietnam. Un primo hermano de Gaye había perecido en Vietnam y uno de sus hermanos había cumplido tres giras en ese país. Gaye hizo saber sus sentimientos, y no en voz baja: «El mundo que me rodea revienta. ¿Cómo puedo seguir cantando canciones de amor?» A principios de la década del 70, otros cantantes negros, tales como Stevie Wonder, grabaron canciones bastante críticas de Nixon. Y Curtis Mayfied se convirtió en adversario vociferante de la guerra y el racismo.

No que se les pueda culpar, pero los Jacksons, manipulados por la industria de la música, sirvieron de antídoto a ese movimiento con música mejor descrita «con sabor a chicle»; es decir, inofensiva. Jackson rompió con su personalidad juvenil a fines de los 70, pero no tenemos que darle a sus éxitos más mérito de lo que merecen. Mostró talentos extraordinarios, pero los contenidos de sus canciones nunca tuvieron gran significado. Cierto que nunca alcanzaron alturas oposicionistas. En los comentarios de la prensa acerca de él, siempre hay que distinguir, por una parte, la apreciación de sus considerables talentos y por otra, la reverencia, mayor todavía, con que los periodistas e integrantes de la industria consideran las ventas de discos y la acumulación de la riqueza personal.

Al fin de los 70 y al principio de los 80 el mundo de los espectáculos presenció el nacimiento de productos bien pulidos pero insípidos: en el cine se dieron las películas super taquilleras de Lucas y Spielberg (Star Wars y la serie de Indiana Jones, respectivamente); en televisión, Dallas y Dinastía, etc. La música de Jackson —y aquí debemos recordar que esto en gran parte no fue culpa suya— ocupó su lugar apropiado dentro esta tendencia general. La produjo un individuo emocionante y dinámico, sí. Pero al fin y al cabo fue la música de una figura popular relativamente inofensiva.

Desde este punto de vista, se podría decir que, luego de la sociedad crear a Jackson, de manipular su atractivo y nutrido sus excentricidades personales, ésta ahora ha de usarlo para fines muy diferentes: como víctima anual de una prensa corrupta e insaciable que quiere desviar el desagrado popular por vías que no representan ninguna amenaza a las autoridades.

No sabemos cuál será el resultado del caso jurídico contra Michael Jackson, pero hay la sensación de que un destino muy triste, quizás hasta trágico le espera. Todo lo que sabemos acerca de la sociedad de Estados Unidos y en particular acerca de la industria de los espectáculos, de los cuales Jackson es figura destacada y víctima, señala ese camino.

David Walsh es el Editor de Artes del World Socialist Web Site.


Descubre más desde El Nuevo Cojo Ilustrado

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario