A la hora de escribir, uno de los errores más habituales (y molestos, aunque el autor no se percate de ello) es comunicar lo contrario de lo que se pretende. El asunto se agrava cuando toda la sociedad al completo—salvo honrosas excepciones—se expresa erróneamente, dando así involuntaria legitimidad al gazapo lingüístico.
Esto ocurre, por ejemplo, en esas oraciones en las que se cuela un «no» polizón y desvergonzado que viene a trastocar la intencionalidad de nuestras palabras. Cada vez que leo o escucho «hasta que no» me pongo en alerta: basta seguir leyendo o escuchando la frase en cuestión para confirmar que estoy ante un flagrante (ojo: no confundir con «fragante») delito gramatical.
Como siempre, pondré un ejemplo:
Cuando decimos o escribimos
«Hasta que no venga tu madre, no podrás encender la televisión»
lo que pretendemos transmitir es todo lo contrario:
«Hasta que venga tu madre, no podrás encender la televisión».
Ese adverbio de negación que he señalado en negritas es lo que sobra.
El error lo cometemos al escribir ese «no» en un oración que pretende ser afirmativa («Hasta que venga tu madre»), aunque dependa de una negativa. Otra opción sería:
«Cuando venga tu madre, podrás encender la televisión» (se sobreentiende que no antes).
La siguiente viñeta de Borja Montoro fue publicada en La Razón el 25 de octubre de 2012. Coincido plenamente con la idea que pretende transmitir el viñetista (como seguidor del Real Madrid que soy sufro al Barça domingo a domingo). No obstante, debo señalar que ese «no» es un intruso que debemos eliminar de la frase:
Donde Montoro escribe
«El fútbol es ese deporte cuyos partidos no terminan hasta que el Barça no marca el gol de la victoria»
debería haber escrito:
«El fútbol es ese deporte cuyos partidos no terminan hasta que el Barça marca el gol de la victoria».
Y con esta frase, insisto, estoy completamente de acuerdo, aunque uno siempre mantiene la esperanza de que los Messi, Xavi e Iniesta de turno nos den un merecido respiro a los seguidores de otros equipos.
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