Ese lunes comenzó como cualquier otro. El Observatorio Cagigal había anunciado cielos despejados y sin lluvia, y en la radio sólo se hablaba del llamado a huelga anunciado por los dirigentes del STEFNAT (Sindicato Único de Trabajadores Expendedores de Jugos de Naranja Y Frutas Naturales y sus Derivados del Distrito Capital y Estado Miranda) reclamando mejores condiciones laborales, y del lleno total del Poliedro por el nostálgico concierto de reencuentro de Jorge Aguilar, Karina y Melissa (alias «la Reina del Rock»).
Pero a medida que transcurrió la mañana un aire frío bajó desde El Ávila y el cielo comenzó a nublarse, y después de un bajón dramático de temperatura comenzó a caer lo que al principio pareció granizo pero que después se constató era nieve. Sí, estaba cayendo nieve en Caracas. Y de la buena, de esa que tanto se jactan los países nórdicos. No pasó mucho tiempo antes de que el tráfico se convirtiera en una pesadilla. La gente se estacionó en medio de las autopistas para contemplar el inusual acontecimiento y de la nada, apareció un enjambre de buhoneros a la altura de Altamira vendiendo cepillos y palas a Bs. 10,000 (EPA las vendía a 25.000 bolos y no tardaron ni 20 minutos en agotarse). Con el frío los más afectados fueron los heladeros haitianos y los panas uniformados que venden Chupi-Chupis «Bon-Ice».
Ante la ola de rumores el gobierno dio una rueda de prensa para aclarar que la situación era completamente «normal» y que todo estaba bajo control. Sin embargo, ya se podían observar saqueos esporádicos en algunos comercios, y personas cargando artículos como neveras y lavadoras ante la mirada complaciente de los agentes del orden público.
Para evitar problemas, el Ministerio de Educación suspendió las clases por tres días en todas las escuelas para el jolgorio de la juventud (que inmediatamente arrancó para la playa) y en el Congreso formaron una comisión para encontrar a los responsables de este acto desestabilizador (extraoficialmente se sospechaba de la CIA) y prometían llegar hasta las últimas consecuencias.
En la tarde la capa blanca ya alcanzaba el medio metro y en la terraza del SAMBIL no perdieron tiempo para improvisar una patinata bailable amenizada por Guaco (a 150 mil bolos la entrada) mientras las sifrinitas se fueron al Centro San Ignacio (o el CSI, como se le conoce) a comer churros con chocolate y té de Chai, luciendo los mismos abrigos que utilizaban durante sus viajes de shopping a Nueva York. Los pavos, por su lado, mostraron la fortaleza y versatilidad de sus vehículos 4×4 equipados con amortiguadores y suspensión Rancho y cauchos Mickey Thompson, atravesando a placer las montañas producto de la acumulación del frío e inusual fenómeno.
La TV, mientras tanto, transmitió en vivo y directo desde el lugar de los acontecimientos historias arrancadas de la vida misma. Una señora parió en el Metro ya que el servicio se paralizó antes de llegar a la maternidad. En honor al momento histórico del que fue testigo decidió llamar a su hija «Yuribinievitzaida».
Por supuesto que no faltaron los dimes y diretes entre dirigentes locales. La Gobernación afirmaba que era responsabilidad de las alcaldías y estas que la Gobernación no les había enviado los recursos. Al final, lo único disponible eran unos corta grama abandonados a los que le faltaban bujías. Estos fueron medio parapeteados para limpiar las calles pero se fundieron cuando a los motores les cayó la sal que un camión había dispersado.
Fueron doce horas para coger palco pero por suerte la tormenta cesó y se pudo comprobar que pase lo que pase, todo siempre es «normal» en esta ciudad de locos que amamos tanto. Lo único malo, según confesó un testigo, fue que no cayó suficiente nieve como para bajar desde Sabas Nieves en esquíes.
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