Dada la completa ineptitud de los gerentes de las disqueras en países como Venezuela, no debe considerarse menos que heroico el que alguna banda de rock logre la proeza de poner a la venta un disco. Esto es asombroso en varios aspectos. Uno de ellos es la obra en si, seguido de que logren distribución, promoción, etc. Pero lo más increíble es que esos mismos gerentes que han convertido al país en un eunuco cultural por lo general ocupan sus cargos ad infinitum con la excusa perfecta: en Venezuela no hay talento. No estoy muy seguro de lo que esta gente entienda por talento, pero de toda la situación los únicos que parecen no tenerlo son ellos.
Y no son los únicos. La Venezuela sin talento es un recurso crónico de la gerencia de todo el país, siendo el ejemplo más evidente el de los bancos. Sus juntas directivas han sido las mismas por siglos, pero la culpa de que están quebrados es de Venezuela, del venezolano. Y lo peor es que seguirán allí per secula seculorum mientras los talentos que niegan para defender sus puestos nacen, crecen, envejecen y mueren sin cumplir con las promesas que pudieron haber llegado a ser. Ejemplos de esto los hay —desgraciadamente— a granel.
Durante los años 80 sucedió un verdadero boom de bandas y músicos que salieron adelante gracias a que algunas de las disqueras descubrieron que podían hacer dinero de la música rock y pop local (¡vaya genios!) cuando el gobierno obligó a las emisoras de radio a compartir la música que transmitían través de la colonialista ley del «uno por uno». Los logros de este esfuerzo lo abandonaron al eliminarse la ley y volvieron a la vieja costumbre de hacer dinero sin sudarla mucho evitando la producción y enfocándose casi exclusivamente a la distribución de material extranjero o de corte folclórico.
Al menos hasta que empezaron a aparecer entes como la Fundación Festival de Nuevas Bandas y movimientos y locales underground que servirían de plataforma a los músicos. Sin embargo, las disqueras si tienen sus planes de promoción para bandas nacionales, pero solo para aquellas que de alguna manera pueden producir ganancias fáciles y en moneda extranjera. Actualmente en México esta de gira un aborto musical venezolano llamado Uff.
Uff es un grupo de laboratorio creado exclusivamente para el mercado mexicano —donde aparentemente tienen un marcado gusto por las boy bands— en la que ninguno de sus miembros sabe cómo tocar un instrumento. Pero mientras los «visionarios» venezolanos le siguen la pista a Uff, en Venezuela bandas como Luz Verde tienen que raspar la olla para grabar discos y dar conciertos.
No quiero pecar de pesimista, pero que los cinco manganzones infanto-homosexuales de Uff sean la representación artística del país es algo que va más allá de cualquier comprensión habiendo bandas de tanta calidad sónica como Luz Verde.
Con una formación básica de dos guitarras, bajo y batería —Willbert Álvarez, Carlos Mendoza, Pedro Misle y Eduardo Benatar, respectivamente—, Luz Verde suena al post-punk con el que experimentó brevemente después de los años 70 Hüsker Dü y que más tarde se reagrupó como grunge en los años 90.
Al igual que el post-punk, la banda maduró su sonido desde su primera grabación en 1988 hasta generar la personalidad de su instrumentación actual aunque con la misma energía con que entonces los acribillaban. Lo cual es un paso que no todas las bandas dan y el que hace la diferencia entre los que se quedan y los que desaparecen.
Y ganas de quedarse es lo que menos les hace falta. En los cinco años que han pasado desde su primera grabación, Luz Verde ha dado más de 200 conciertos —lo cual equivale a 1 cada 10 días por los últimos cinco años.
Cinema Cero, su primer disco, es una mezcla satisfactoriamente disímil de estilos. No por nada la banda confiesa tener influencias de Los Beatles, Led Zeppelin y Héctor Lavoe. Sin embargo estas tres antítesis no menoscaban el trabajo original del grupo que parece alimentarse más del blues duro de Hendrix que de cualquier otra cosa.
Dejando a un lado —pero sin ignorar— la influencia que el funk ha tenido en las bandas latinas en los últimos años, los teclados y las guitarras hacen un excelente acompañamiento a la voz de Willbert Álvarez , quien sin duda se mantiene dentro su rango a propósito. Su trabajo vocal en general es dificil de ignorar pero luce especialmente aterciopelada en la hipnotizante «Atómica Melancólica» y en el clásico instantáneo «Malena«. Esta última pieza, por cierto, aunque estoy seguro será editada para la radio, nos muestra en sus 5 minutos y ocho segundos que la búsqueda de Luz Verde va más allá de lo comercial.
De los discos publicados en Venezuela en los últimos diez años «Cinema 0» es un excelente ejemplo del estado del Rock & Roll en el país. Pero mientras lo gorilas estén en la jaula nos tendremos que conformar con que los mexicanos sigan creyendo que en Venezuela la música es hecha por esperpentos como Uff. Que vergüenza.
Como es que Buddy Holly, Ritchie Valens, Jim Morrison, Mercury, Hendrix, etc, etc, etc, se mueren mientras los miembros del boy band venezolano no les sale ni acne… Si algún avión debía caerse es el de este cuasi grupo.
Para más información sobre Luz Verde visítalos en http://www.luz-verde.com/, donde conseguirás más información sobre próximos conciertos, biografías y muestras de su repertorio en formato mp3. Acerca de Uff ni revisamos a ver si tenían un website, pero en cualquier caso estoy seguros que es completamente irrelevante.
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