Por el amor de Christo

El pasado sábado 20 de febrero, aprovechando la oportunidad que me daba un amigo que visitaba la ciudad de servir de guía turístico (y al mismo tiempo usándolo como excusa para escapar de la esclavitud de la computadora), comencé un recorrido compacto de la ciudad de Nueva York con una visita a Central Park. Y la movida no había sido al azar, con el parque sirviendo de escenario a una de las exposiciones más impresionantes que ha tenido Nueva York en mucho tiempo.

Y digo esto tanto desde el punto de vista artístico como ideológico. Tras la reapertura del Museo de Arte Moderno de Nueva York el otoño pasado, poco se ha dicho acerca de la decisión de su directiva de pagar por la nueva sede con una entrada de $20, prohibitiva para familias locales sin el bolsillo botarate de los turistas visitando la ciudad. Y tras mucho preguntarme si se levantaría una voz ante semejante barrera entre la cultura y el pueblo, por fin alguien decidió dar su opinión en el asunto.

«The Gates» la exposición al aire libre instalada por el dúo artístico formado por Christo Vladimirov Javacheff y Jeanne-Claude Denat, es sin duda alguna la pieza de arte más democrática, populista y generosa que existe en la ciudad.

Formada por una sucesión 7,500 arcos color azafrán de 4,87 metros de altura del los que cuelgan 74 kilómetros de banderolas del mismo color, instalados cada 3,65 metros, donde lo permitía la flora o la geografía, y esparcidos a lo largo de 37 kilómetros de caminerías en Central Park, The Gates es lo más cerca que ha llegado Nueva York de hacer del arte algo más que un negocio.

Debo admitir que antes de visitar «The Gates», tenía mis dudas sobre el talento artístico de Christo aunque nunca había presenciado sus instalaciones. El concepto de «envolver cosas» simplemente no encajaba con mi modelo de felicidad artística, y ante las fotos de su Running Fence o Wrapped Reichstag, no podía sino verme a mi mismo como una especie de Giulianni balbuceando «si lo puedo hacer yo no es arte» mientras cerraba el museo de Brooklyn en 1999 por atreverse a abrir al público «Sensation«, la colectiva del grupo Saatchi que casi le causa un ataque cardiaco al ex Fuhrer.

Pero una vez en el parque no tardé mucho en comprender cuan equivocado estaba y la distancia abismal que existe entre leer, ver algo en fotos y presenciarlo.

A pesar de ser una ciudad bastante dinámica, los espacios a través de los cuales se expresa Nueva York están bien definidos dentro de los registros catastrales. Las calles se llenan y vacían de automóviles, millones de personas compartimos las aceras, el metro y los autobuses día tras día, y hasta las vallas publicitarias parecen ser rotadas más frecuentemente que nuestra ropa de cama.

Sin embargo para los residentes de la ciudad todo esto es invisible e inconscientemente convertimos cuanto nos rodea en poco más que obstáculos. Gente, vallas, carros y naturaleza toda unida en una gran masa que solo sirve para ser ignorada y esquivada para llegar lo más rápido posible a donde quiera que vayamos.

En mis amigos turistas pude notar por primera vez esta condición, y mientras yo les enseñaba la ciudad tratando de hacer milagros recorriendo lo más posible de Nueva York antes que se ocultara el sol, ellos parecían contentarse con el simple hecho de observar los edificios, cubiertos o vallas o no, de compartir las calles con el resto de la población y de utilizar el siempre menospreciado y milagroso transporte público de la ciudad. Provenientes del estéril y monótono Miami, en lo que a ellos concernía, hubieran tenido el viaje sus vidas con simplemente sentarse en el banco de un parque a observar la nieve.

Y no hubiera apreciado nada de esto de no haber sido por «The Gates».

La exposición de Christo & Jeanne-Claude me hizo sentir algo muy similar a lo de mis amigos desde mucho antes de llegar al parque. Caminado la calle 86 hacia Central Park, ya desde Park Avenue se notaba que algo distinto nos esperaba, con una mancha azafrán apareciendo y despareciendo en el horizonte, palpitando erráticamente justo donde usualmente no vemos nada y que de un día para otro había sido ocupado por un ser con vida.

Según Christo & Jeanne-Claude (los artistas tomaron este nombre en 1994), el objetivo de sus instalaciones es utilizar temporalmente partes del medio ambiente para permitir al espectador percibirlo «con nuevos ojos y nueva conciencia». Llamar la atención sobre los elementos usualmente ignorados. El horizonte, las formas, el viento, el reflejo del sol. «Moverle el piso» a la realidad mostrando su delicadeza efímera, alterando su efecto sobre los que la viven, y haciéndolas permanentes en su memoria. Buscando que años después de desaparecer, los visitantes todavía puedan «verlas y sentirlas en sus mentes, cuando regresen a los sitios donde las obras de arte habían sido colocadas»

Y en ninguna de sus obras anteriores esta necesidad por afectar el medio ambiente se hace más evidente en «The Gates».

Christo & Jeanne-Claude, búlgaro y francesa de nacimiento, respectivamente, pero norteamericanos por nacionalización, inmigraron ilegalmente a Nueva York en 1963, donde hicieron hogar y desarrollaron su obra. Esta cercanía con la ciudad convirtió a «The Gates» en una obra personalísima, donde su mayor valor está en servir de válvula de escape y encanto de renovación para los residentes.

En Central Park, caminando los tejidos batientes de los arcos, se puede escuchar al equipo indicándonos sobre la necesidad de abordar la ciudad más íntimamente, saboreando lo bueno que tiene que ofrecer a pesar de su modernismo, y obligándonos a compartir este sentimiento en conjunto.

El sábado en Central Park había más personas que las había visto hasta en los conciertos gratis que han dado en el mismo, cada uno a su manera tratando de entender la espiritualidad que súbitamente les invadía, y que no necesariamente entendían, de ver algo tan sencillo como lo son los arcos azafrán que actualmente cubren el parque. Y mientras en nuestro día a día nos caemos a golpes por un asiento en el tren o nos enfrentamos por ver quien mantiene su derecho de paso en las congestionadas calles neoyorquinas, el día en el parque fue uno de compartir algo que nos pertenecía a todos, haciéndonos cómplices, protagonistas y hermanos por el simple hecho de vivir en el mismo pedazo de tierra.

La obra de Christo & Jeanne-Claude en más de una ocasión me trasladó a lugares donde no he estado en mucho tiempo. Imaginé fiestas patronales en pueblos de Latinoamérica, con sus calles de cables bombillos y banderolas. Me transporté Epcot Center y su diversidad cultural artificial, pero sobre todo me transporte a una ciudad que podía ser y que manteníamos al margen. Aquella donde nos veíamos a la cara como vecinos que somos y no como fieras luchando por nuestra supervivencia.

Irónicamente, siendo «The Gates» una obra descomunal dirigida a las masas, me pregunté como era posible que el mismo hombre con la visión de aprobar este proyecto (antes del alcalde Michael Bloomberg, la instalación de «The Gates» había sido rechazada y engavetada por 26 años) era el mismo que iniciara una campaña de desaparición sistemática del grafiti callejero, género artístico que, aunque menos fiscalizable, ha dejado su buen número de nombres plasmados en las páginas de la historia del arte. Basquiat, Haring y De la Vega están lejos de equipararse a Christo en lo que a preparación se refiere, pero como artistas, y especialmente comunicadores sociales, deberían ser tratados de una forma más semejante.

Christo & Jeanne-Claude parecen no ignorar del todo este hecho, y a pesar que pueden tener divergencias con los que atienden al arte callejero, con «The Gates» parecen expresar su simpatía tanto por la causa de los espectadores y su derecho de tener acceso libre al arte; como la de los artistas y su deber de expresarse. Christo & Jeanne-Claude pagan por sus obras de su bolsillo, ingeniándoselas para conseguir el dinero necesario sin necesidad de acudir a caridades o patrocinantes, que en este caso ascendió a la asombrosa cifra de 21 millones de dólares. ¿Por qué el MOMA no hace lo mismo? Amantes del arte con bolsillos profundos sobran en Nueva York.

El arte es de todos, y el artista, aunque produce para saciar una necesidad personal difícil de entender por los espectadores, solo se realiza cuando sirve como forma de expresión, que en cualquier caso siempre es didáctico, y específicamente con «The Gates» abre las puertas a reconsiderar nuestra descuidada relación con el medio ambiente que nos rodea.

Haciendo referencia la corta vida de la que sufren sus montajes, Christo & Jeanne-Claude nos invitan a hacer acto de presencia tomandolo como una motivación urgente a «beber tanto arte como seamos capaces, mientras podemos, siempre sabiendo que este puede muy bien no estar la próxima vez que visitemos el lugar…Nuestros recuerdos de esta experiencia es la forma en que la obra nos transforma; con la fuerza más poderosa del arte siendo que esta no produce cambios en la obra en si, sino en nosotros mismos»

Christo & Jeanne-Claude, Thank You.

«The Gates» estará en exposición permanente y gratuita a para cualquiera que pueda llegarse hasta Central Park hasta el 28 de Febrero del 2005, y es un pecado no visitarlas aunque sea una vez.

Enlaces de interés

http://christojeanneclaude.net/


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