Uno de los grandes éxitos del gobierno nazi bajo el mando de Adolfo Hitler, fue el saber cómo hacerle llegar su mensaje pueblo. El logro de los nazis fue unir a todo el país bajo una misma bandera en una misión que, aunque horrorosa, no por eso deja de fascinar históricamente debido a la perfección mecánica con la que fue llevada a cabo. Para esto, Hitler utilizó una campaña publicitaria como la que jamás se ha visto de nuevo, y su colaboradora fue una ex-actriz convertida en directora de cine llamada Leni Riefenstahl.
Riefenstahl frecuentemente decía que ella no tenía idea de lo que los nazis estaban haciendo. Pero inclusive si no sabía, sus filmes de propaganda son una prueba difícil de refutar. En estas cintas Leni tomó la idea hitleriana de la raza superior y la redujo a una serie de imágenes que cualquiera en cualquier país podía entender y quedar enamorado de ellas. Sus fotografías de aborígenes africanos hechas desde los años cincuenta, sin embargo, derriban la conclusión de que era racista. Posiblemente ella sólo adoraba la forma humana y su capacidad para la acción.
Pero su decisión de separar esa adoración de toda moral y dejar que Hitler las usara a cambio de dinero, influencia e ilimitados recursos técnicos, ayudó a crear el monstruo que más tarde la haría pasar casi cuatro años en un campo de concentración por nazi.
Su primera película fue un capricho. Leni Riefenstahl había sido bailarina en los años veinte. Y tras protagonizar la película «Las cumbres del destino» en 1926 y «El infierno blanco de Pitz Palu» en 1929, para el legendario director Arnold Fanck, decidió que quería probar lo que era hacer una película.
Durante su trabajo como actriz había seguido a Fanck en todo lo que hacía, aprendiendo todos los detalles técnicos de la producción de un film. El resultado fue la película «La luz azul» en 1931. Una verdadera película de autor, protagonizada, dirigida, editada y co-escrita por Riefenstahl.
En una situación sin precedentes en los años veinte, e incluso hoy en día, Leni Riefenstahl produjo y vendió su película utilizando su propio estudio de cine, evitando así que se bloqueara su creación por el hecho de ser mujer.
«La luz azul» fue un éxito de taquilla en Alemania, convirtiendo a Leni en una de las mujeres más famosas del país. Pero fue uno de los espectadores quien le daría un ticket a la historia. Uno que había quedado enamorado con la fotografía de sus películas y la impresionante fuerza de sus encuadres. Este espectador era un desconocido político en camino al liderazgo de Alemania. Adolfo Hitler.
Y esta impresión no sería fácil de olvidar. Cuando Hitler ascendió al poder en 1933, llamó a Riefenstahl inmediatamente para ocupar el recién creado puesto de «experta en cine» para el partido Social Nacionalista.
Pero sus primeros trabajos para el gobierno alemán, a pesar de la emoción inicial sufrieron de falta de presupuesto y atención por parte de la burocracia nazi. De esta manera filmó en 1933 el documental «La victoria de la fe», que probó ser tan efectivo en su mensaje que Goebbels —jefe de propaganda de Hitler— no tardó en darse cuenta del potencial.
Aprovechando su buena suerte, Leni no escatimó condiciones cuando le encargaron la filmación del cuarto congreso de Nuremberg. Sus peticiones, incluso bajo los estándares de hoy son exagerados, pero —perfeccionista como era—, pidió lo que requería para hacer un filme perfecto. Y definitivamente lo es.
Hecho con la completa colaboración de Hitler, utilizando 30 cámaras y 120 asistentes, Riefenstahl filmó en 1934 lo que se convertiría en su obra maestra, «El triunfo de la voluntad». Objetivamente, el documental es una joya cinematográfica; aunque sea pura propaganda en nombre del Tercer Reich y como tal, objeto de controversia desde su primera exhibición.
La perfección de su puesta en escena es tal, que la opinión está dividida en sí, como Riefenstahl diría más tarde, ella sólo filmó lo que estaba sucediendo, o si todo fue una complicada puesta en escena magistralmente coreografiada por ella y el partido nazi. Tras la Segunda Guerra Mundial, esta diferencia determinó que no fuera colgada como una colaboradora nazi.
Habiendo hallado a Hitler tan receptivo a sus solicitudes, el siguiente proyecto de Riefenstahl fue aún más exigente y el resultado igual de impresionante: «Olimpia», una película sobre las olimpiadas de 1936 en Berlín.
«Olimpia» es atacada hasta el día de hoy como una película fascista por su celebración de la musculatura y el físico del hombre. Pero por otro lado, «Olimpia» es más abierta de lo que en principio parece. E increíblemente, Leni le dedicó tanto tiempo de pantalla a Hitler como al estadounidense —no ario— Jesse Owens.
Como en el caso de «El triunfo de la voluntad», aún no se sabe si Leni produjo el film independientemente o fue hecho para el gobierno alemán. Pero lo cierto es que, es insólito que haya sido del agrado de Hitler. Habiendo recibido un cheque en blanco de Hitler, Riefenstahl se dedicó a crear técnicas que hoy en día son utilizadas libremente en cine y televisión; y sobre todo… en publicidad.
Las tomas en cámara lenta de los atletas, el uso del telefoto para lograr close-ups de los eventos, las tomas desde el piso, las tomas desde el cielo hechas entonces desde dirigibles, han sido utilizadas en todas las olimpiadas, y en casi todos los eventos deportivos, desde entonces. A diferencia de los experimentos llevados a cabo en humanos y criticados desde el primer momento por los Aliados, la utilización de las imágenes de Riefenstahl nunca fue evitada. El tiempo han dejado ver que estas fueron quizás aun más peligrosas que los experimentos médicos.
La fotografía de «El triunfo de la voluntad», originalmente utilizada para hacer ver a Adolfo Hitler como líder salvador, sobrehumano, es tan intensa que es casi sexual y con toda la intención de evitar cualquier tipo de comportamiento racional. El film es tan efectivo, que aun cuando es en alemán, sin importar el idioma del público, el mensaje es inmediatamente captado.
Aunque Riefenstahl no inventó el documental, ella es responsable por convertirlo en arma de manipulación. Sus películas no aceptaban variantes. Era uno de esos extraños cineastas que pueden imaginarse la cinta completa en su cabeza y sólo necesitan el equipo y el dinero para ponerla en escena. Como la propagandista más importante de Hitler, ella fue el primera cinematógrafo en tener control total sobre todo lo que aparecía en escena con la intención de que se viera bien en cámara, aun si no se veía bien en persona.
Hoy en día esto es practica común, y cuando se ve, por ejemplo, al presidente estadounidense en la Casa Blanca saludando a la bandera blanca, roja y azul, en realidad la bandera no es de estos colores. Estos colores no se traducen bien en la televisión, y es necesario utilizar unos que si lo hagan, como el azul verdoso, rosado y blanco crema. Además, documentales publicitarios gubernamentales usados en todo el globo, incluyendo aquí hasta las cintas de Bin Laden, en los que sus protagonistas adquieren características mesiánicas, son producto de la influencia de Riefenstahl en el cine.
Riefenstahl fue el primer cinematógrafo en filmar el cuerpo humano haciendo cosas que no pueden hacer, haciendo parecerlas posibles, con la intención de hacerlas pasar por ciertas. Su estética fascista puede ser vista en cualquier película de acción de hoy en día, donde el cuerpo humano es una máquina perfecta hecha para soportar todo y hacer todo lo que a su admirable dueño se le ocurra.
Para esto, Riefenstahl utilizó la cámara lenta, además de otros trucos como utilizar la película en retroceso. Todo con tal de convertir a los humanos en semidioses. Esto es fácil de comprender cuando vemos los documentales sobre Michael Jordan, donde el mismo se eleva por el aire y parece volar. Michael Jordan no vuela, pero con las técnicas de Riefenstahl parece que lo hiciera. En sus películas Leni utilizó actores y los filmó debajo del agua para parecer que volaban, y los filmó desde el suelo para dar la impresión de grandeza física.
Aun así, «Olimpia» sería el último film de Riefenstahl para los nazis. Más que todo por haberle negado la realización de dos épicos históricos que había producido. Sin embargo pudo filmar su última película, «Tiefland» en 1943, una magnífica producción con lo mejor de su fotografía. En esta película ella misma actuó y utilizó prisioneros de campos de concentración como extras (cosa que como en los casos anterior también negó saber).
Cuando los alemanes fueron vencidos por los aliados en 1945, Riefenstahl fue arrestada y sus películas confiscadas. Estuvo poco más de tres años en diferentes campos de concentración, y estuvo algunos más en juicio por considerársele una nazi de alta graduación en el gobierno. En realidad, ella nunca se había unido al partido nazi, aunque había apoyado bastante al régimen, y en 1952 fue exonerada de todos los cargos.
En 1956, Riefenstahl viajó al África y se dedicó a la fotografía y a filmar un documental que nunca editó. Volvió a África en varias otras oportunidades y en los años setenta recibió varios premios por sus primeros trabajos, los cuales eran frecuentemente terminados por protestantes anti-nazis. Al final de su días, Riefenstahl aceptó que el gobierno nazi había sido un engendro maligno, pero nunca se disculpó por su trabajo; a veces parafraseando a Winston Churchill diciendo que, si este no pudo imaginarse lo que haría Hitler, cómo podía hacerlo ella.
En 1991, publicó una autobiografía, «Leni Riefenstahl: Memoria», y en 1993, fue objeto de un documental por la BBC, «La maravillosa horrible vida de Leni Riefenstahl».
Riefenstahl murió en Berlín el 8 de septiembre del 2003. Tenía 101 años.
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