Nadie esperaba que la última entrega del Batman de Christopher Nolan fuera a igualar a la anterior. No sólo por la impactante historia, sino principalmente por la intensa y mítica actuación del desafortunadamente difunto Heath Ledger como el psicótico Guasón.
Irónicamente, resulta que el nuevo villano, Bane, está más que a la altura, y es la trama desigual la que no cuaja.
Salvo por una explosiva escena de acción inicial donde conocemos al irreprimible Bane, la primera media hora es más exposición contemplativa que otra cosa.
Aprendemos que han pasado ocho años desde que Harvey Dent mordió el polvo. Nos enteramos de que el crimen organizado ha sido erradicado de Ciudad Gótica y que Bruce Wayne se ha internado en su polvorienta mansión como un ermitaño Howard Hughesco.
En el proceso conocemos a Anne Hathaway como una Gatúbela más humana y más, pues, blanda; a Marion Cotillard como una optimista inversionista interesada en la quebrada Wayne Enterprises; y a Joseph Gordon-Levitt como un novato pero agudo policía investigativo (y pródigo Robin). Pero el mal no descansa, y pronto la policía se topa con el ejército subterráneo de Bane.
Actos terroristas acompañados de retórica Bastillana inundan la ciudad. Bruce se convence de que Ciudad Gótica necesita del Hombre Murciélago otra vez, pero Alfred no está de acuerdo. En una de las escenas más melodramáticas de la película—y sin poder hacerle cambiar de idea—el leal mayordomo abandona a la familia Wayne por no querer enterrar a su último miembro.
Predeciblemente, la violencia escala. Batman no puede contra Bane y termina prisionero en un literal hoyo en el desierto del que supuestamente no hay escapatoria. Se ha establecido la Comuna de Ciudad Gótica; reinan la ley revolucionaria y los juicios sumarios contra Wall Street. La policía ha sido encerrada en las alcantarillas tartáricas, todos los puentes han sido destruidos, y se mantiene amenazada a la población con una bomba nuclear. ¡Santa Barulla Adam West! ¿Quién podrá defendernos? (ni la mamá del Chapulín Colorado).
Es aquí cuando «The Dark Knight Rises» se alinea más y más con las perezosas polinómicas de las películas de acción. Evento improbable tras evento improbable, incluyendo un plot twist sacado de quinientas siete otras películas: Bane es derrotado, Ciudad Gótica respira una vez más y Alfred no tiene que enterrar a Mr. Wayne.
¿Por qué Christopher? ¿Por qué convertiste a Batman en otra versión de «Iron Man 2»?
Lo más lamentable del acontecimiento es como una trilogía tan promisoria acabó tan banalmente. Todas las imágenes, detalles y alusiones no salvan a una historia donde las lagunas de continuidad son innavegables.
Nolan probablemente no querrá tocar este mito otra vez y tendremos que contentarnos con «The Dark Knight» y su Guasón: la única película de la trilogía que se convirtió en más que otra película de superhéroes. Pásame las cotufas.
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