Sahara: desierto creativo

Es inútil ocultarlo, yo siento un gran respeto por Matthew McConaughey. En serio. Después de todo este es el tipo que tras despertar a los vecinos una madrugada tocando los bongós (según la policía al asomarse por la ventana McConaughey estaba bailando algo así como la danza de la lluvia alrededor de un bol lleno de mariguana), no pidió perdón, no dijo que la mariguana era orégano y que estaba haciendo pizzas, ni se puso a llorar echándole la culpa a la vida tan dura en Hollywood (como Robert Downey Jr.). No.

Tras ser descubierto, el tipo hizo lo que todos decimos que vamos a hacer, y que nunca vamos a, en una situación similar. Trató de noquear a los pacos que pretendían arrestarlo y los acusó de entrar ilegalmente a su casa. Finalmente fue dejado en libertad por «falta de evidencia». Como dicen en E!: es bueno ser una estrella de Hollywood.

Pero aunque es imposible culparlo por su aparente costumbre de elegir las películas en las que trabaja por el grado de posibilidad que tenga de acostarse con la co-protagonista y, of course, el calibre de la misma (la lista incluye desde Sandra Bullock hasta la actual Sra. McConaughey, Penélope Cruz), todo tiene un límite.

McConaughey no es un actor particularmente bueno y ni siquiera particularmente mediocre, por lo que no estaría escribiendo sobre él de no ser porque a partir de su más reciente película, «Sahara», podemos empezar a considerar su carrera y la su co-protagonista, sorpresa, Penélope Cruz, como oficialmente desperdiciadas. Especialmente la de Cruz, que alguna vez pareció ir hacia alguna parte.

El film, que debe haber sido descrito a los productores algo así como una mezcla de «Indiana Jones», «Las Minas del Rey Salomón», «La Momia» y una propaganda de Jeep, cuenta la «original» historia del aventurero Dirk Pitt (McConaughey) que como describe Yahoo Movies vive «la aventura de su vida cuando se embarca en la caza de un tesoro a través de algunas de las regiones más peligrosas del Norte de África. Buscando lo que los locales llaman «El barco de la muerte», un destructor de la guerra civil lleno de monedas. Pitt y su hilarante compañero (Steve Zahn) usan su inteligencia y viveza para ayudar a la doctora Eva Rojas (Cruz) quien cree que la nave puede estar ligada a misteriosas muertes en la misma área.

Por supuesto, el filme no es ni un octavo de lo entretenido que suena aquí, a menos que tu idea de entretenimiento sea regalarle 10 dólares al dueño de un cine para ver propagandas y trailers hechos con más talento y corazón que lo que viene después que mandan a apagar los celulares.

Y nada de esto es una sorpresa. «Sahara» está basada en las populares aventuras de Pitt escritas por Clive Cussler, que como es usual con los autores miembros del exclusivo club de Best Sellers del New York Times, no es ningún Mark Twain.

Pero como suele suceder, sus libros son de los que no se traducen fácilmente a la pantalla, cosa que Hollywood usualmente toma como señal de a) eliminar del guión todo lo que no pueda ser entendido por una cheerleader y b) cubrir esto enviando al protagonista a un gimnasio hasta que se parezca a Mark McGwire. Lo que sumado a la contratación de una actriz cuyo nombre forma parte de uno de los tríos de palabras más buscados en Internet —penélope cruz naked—, esperan que nadie se dé cuenta de que la película no es más que un vulgar comercial de Jeep, compañía que, debido a la presencia única y constante de sus productos, debe haber pagado al menos la mitad del film.

En esto los cerebros en la costa oeste pocas veces se pelan y «Sahara» muy seguramente termine convirtiéndose en una de las películas más taquilleras del año, sin embargo, Cussler igual demandó a la productora por destruir la esencia de su libro. Lo cual quiere decir que la historia que hace plausible cualquier cosa que sale en el film no fue incluida en el guión, que tras numerosas reescrituras y cambios de director por parte de los productores, finalmente fue editado en un pastiche medio coherente de escenas para acabar con el desangre de un presupuesto excedido sin aparente fin.

Y es que «Sahara» es uno de los mejores ejemplos de lo inexplicablemente inefectivos que son los administradores en Hollywood. «Sahara» es un filme de verano cuyo único fin es hacerse con algunos pesos, es verdad, pero que les cuesta pagarle a un director con algo más que Evian en las venas. O darle algo de fumar a McConaughey a ver si lo hace como en «Dazed and Confused».

Pero lo más triste de todo es ver a Penélope Cruz rebajarse a jugar a estrella de Hollywood. A estas alturas es obvio que por el acento nunca va a salir de la casilla de hispana friendly, pero aparentemente ella prefiere ser cola de león que cabeza del súper ratón que prometía ser en el cine europeo hace poco tiempo atrás. Quizás no tiene un buen agente para aconsejarla. Quizas necesita la plata. O quizás sólo le hace falta hacer como en aquella película tan buena que ya debe haber olvidado que hizo: abrir los ojos.


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