Una década después de que Quentin Tarantino pusiera en cartelera «Pulp Fiction», y pusiera de cabeza a la industria cinematográfica mundial, la influencia del film en los autores hollywoodenses, más para bien que para mal, ha desaparecido casi por completo.
Durante la década de los noventa, cualquier director que se considerara hip o progresivo, tenía que de alguna manera trabajar la estructura de «Pulp Fiction». Tarantino no había hecho nada nuevo, pero su concentrado de influencias, su presentación explícita de la violencia y su estética negra y elegante, habían insuflado nuevos aires al cine norteamericano, que durante la década de los ochenta había ido en regresión hasta llegar a una era de filmes épicos y pretenciosos donde más era mejor usualmente a sacrifico del guión. Muestras de la capacidad técnica de un estudio antes que de su capacidad de leer y escribir. Ante esto, el mérito moral de «Pulp Fiction» estuvo en inspirar a toda una nueva generación de cineastas a hacer cine, no productos, poniendo en el mapa la industria ahora malamente llamada independiente. Demostrar que para hacer un film económicamente viable y críticamente exitoso, tan solo bastaba saber lo que se estaba haciendo.
Esto produjo que se empezaran a filmar decenas de copias al carbón de «Pulp Fiction», en su mayoría experimentos falaces que sólo se sostenían por el impacto de la hiperviolencia que Tarantino había puesto de moda. Pero algunos de estos filmes desarrollaron y hasta mejoraron la propuesta de «Pulp Fiction», alimentándose de sus valores cinematográficos hasta hacerlos desaparecer, diluyéndolos como están hoy en día en casi cualquier film de «acción» que se pone en cartelera.
«Lock, Stock and Two Smoking Barrels» de Guy Ritchie, «Fargo» de los hermanos Cohen, «Memento» de Christopher Nolan y «Amores Perros» de Alejandro González Iñárritu, son algunas de estas películas tarantinescas que, aunque no del todo efectivas, hicieron de «Pulp Fiction» la escuela que se le considera hoy en día.
Pero cuando todos pensaban que «Pulp Fiction» ya había pasado a la historia, nos llegan dos nuevos filmes de Latinoamérica donde la influencia es obvia y la ejecución dos buenos ejemplos de lo sublime y lo balurdo, con uno de ellos forzando al extremo la frontera entre el homenaje, la influencia y el plagio.
En ambas producciones, sin embargo, «Secuestro Express» de Venezuela y «Matando Cabos» de México, es loable ver a una nueva generación de directores creando fuera del común denominador. Sobre todo en Venezuela, un país que no es conocido precisamente por la calidad de su producción cinematográfica, a pesar del avance incuestionable de los últimos años.
Grabada completamente en video (lo cual es bastante notorio y una verdadera lástima), el film sigue el secuestro de un adinerado hijo de papá (Jean Paul Leroux) y su novia (Mía Maestro) por el tragicómico trío de malhechores Trece, Budu y Niga (los excelentes Carlos Julio Molina, Pedro Pérez y Carlos Madera. Los dos últimos miembros del grupo de Hip-Hop local Vagos y Maleantes).
Durante su larga historia, el cine venezolano ha sido una industria chovinista y mediocre (aunque prolífica), por lo que es un milagro que «Secuestro» exista, siendo su mayor mérito la ruptura de varios esquemas que han maniatado la producción de ese país por décadas, especialmente la confusión entre lo que es hacer arte, televisión y cine. El cine venezolano es la historia de hacer arte por arte, alimentándose tristemente en lo que se considera uno: la telenovela. Jakubowicz, queriéndolo o no, ignora el talento televisivo (con apenas un par de excepciones que parecen más bien una burla que una verdadera decisión de casting), entregándonos un producto fresco, comercial y entretenido sin sacrificar valores. Y aunque lejos de ser perfecta, (¿qué película lo es?) las deficiencias de «Secuestro» son tan hábilmente cubiertas por Jakubowicz, que hacen fácil perdonarle cualquier novatada.
Cinematográficamente, «Secuestro» no es ninguna novedad. Jakubowicz deconstruye talentosamente la comedia negra de «Pulp Fiction» tan efectivamente como Nolan o Ritchie, fallando apenas en reconocer el valor de su obra al tomarse demasiado en serio un material que no merecía mayores recombinaciones.
Editada frenéticamente de forma similar a «City of God», (otro bastardo de «Pulp Fiction»), el film a primera vista luce como un thriller con mensaje, o al menos así nos lo vendió Miramax. Pero el material es tan finamente sarcástico que sería más apropiado tachar a «Secuestro» de una fina pieza de humor negro, como lo es «Pulp». Si de algo carecen las películas de Tarantino es mensaje. Son obras de arte basadas en el absurdo que no requieren justificarse como lo hace «Secuestro» al principio y final de la película. Dando la impresión de que Jakubowicz, aunque reconoce a «Secuestro» como definitivamente light, no sabe que esto no necesariamente significa mediocre.
Esto menoscaba seriamente su esfuerzo, e incluso en el trailer, Miramax utiliza el film por su potencial de impacto describiéndolo como que sucede «en la ciudad más peligrosa de la tierra», que no sólo está lejos de ser cierto, sino que al ser mercadeado incorrectamente confunde a un público que se encuentra frente a frente con algo que no es ni remotante parecido a lo que está esperando. Jakubowicz intenta profundizar sobre las circunstancias generadoras de violencia en Venezuela, en vez de simplemente hacerse a un lado y dejar que su guión lo lleve de la mano. Escenas enteras son Vincent Vega siendo acribillado en el baño, pero sin la historia de fondo. Una crítica social sobre las consecuencias del capitalismo descontrolado en una capital suramericana puede hacerse fácilmente sin echar un solo tiro.
Samuel Butler una vez dijo que los trabajos artísticos de todos los hombres son siempre retratos del autor mismo. Jakubowicz, obviamente consciente y preocupado por el problema de la violencia en su país, se equivoca al no reconocer que ningún género cinematográfico es mejor que otro y no hacer de «Secuestro Express» la simple y efectiva película de humor negro que debió haber sido. Una como la que trató de hacer sin éxito, Alejandro Lozano en «Matando Cabos».
«Matando Cabos», parece haber sido hecha con «Pulp Fiction» y «Lock, Stock and Two Smoking Barrels» en la mano. Esta no es una película, sino un collage de las partes preferidas de diferentes obras audiovisuales vistas por el guionista, hecha con la seguridad de que «Pulp Fiction», en su estado más puro, es todavía relevante o, peor aún, hip.
Una de las pruebas más contundentes de que Tarantino maduró como director, es que nunca repitió la formula de «Pulp Fiction». Una de las críticas más injustas a sus filmes Post «Pulp», es que ya no hay «diálogos inteligentes» como lo de Natural Born Killers, True Romance y sobre todo Reservoir Dogs. Pero para Tarantino, como dicen los americanos, eso era been there, done that. No había más que explorar en ese sentido y como el creador que es, simplemente avanzó, para bien o mal, hacia nuevos territorios creativos. En los «Kill Bill», por ejemplo, básicamente no existen diálogos.
En «Matando Cabos», Lozano, no sólo hace lo que Tarantino evitó, sino que lo hace pobremente. En una escena los protagonistas se enfrascan en una conversación acerca de si se dice China o la China, a la Royale with Cheese. En otra los protagonistas son atados a sillas por el villano de la película como en la escena del Gimp de «Pulp Fiction» y hace a uno de los personajes dar un discurso inteligente como los de Jules Winnfield en lo que oficialmente debe ser uno de los momentos más embarazosos del cine mexicano.
La película cuenta la historia de Jaque y Mudo, quienes en una comedia de errores demasiado complicada y absurda para entrar en detalles, se ven envueltos en el secuestro de Oscar Cabos (Pedro Armendariz Jr.), un malhumorado millonario jefe y suegro de Jaque, junto a un grupo disparatado de personajes a la «Snatch».
La producción de «Matando Cabos» es definitivamente superior a la de «Secuestro Express», pero nunca deja escapar al público de la sensación de esto ya lo había visto, bombardeando cliché tras cliché en lo que parece uno de esos videos que pasan durante los premios Oscar en los que se resumen los filmes nominados.
La película parece el capricho de alguien con un montón de influencias antes que una obra de autor, y diferencia de otros filmes donde el homenaje es la columna vertebral del guión, como en la reciente «Kung Fu Hustle» de Stephen Chow, «Matando Cabos» no explora la esencia de los filmes que pretende admirar, sino que los copia visualmente. Es puro look, cero alma. Tarantino, en cada una de sus películas, rinde homenaje a aquellos que han influido en su carrera, pero no plagia, adapta. Y de una manera tan elegante y respetuosa que produce obras únicas sin necesidad de referencias. «Matando Cabos», a pesar de mostrar admiración por Tarantino no lo respeta, obviando la importancia de un guión en pos de la presentación estética, y allí Lozano se equivocó de influencia. Michael Bay o John Woo son las verdaderas estrellas de ese género sin alma.
Secuestro Express
Producción: Escrita y dirigida por Jonathan Jakubowicz; dirección de fotografía, David Chalker; editada por Ethan Maniquis; música por Ángelo Milli; diseño de producción, Andrés Zawisa; producida por Sandra Condito, Salomón Jakubowiczy Jonathan Jakubowicz; estudio: Miramax. Duración:86 minutos. Esta película es clase R (Restricted).
Protagonistas: Mia Maestro (Carla), Carlos Julio Molina (Trece), Pedro Pérez (Budu), Carlos Madera (Niga), Jean Paul Leroux (Martin) y Rubén Blades (Sergio).
Matando Cabos
Producción: Dirigida por Alejandro Lozano; escrita por Tony Dalton, Kristoff y Mr. Lozano; editada por Rafael Rivera y Alberto de Toro; música por Santiago Ojeda; diseño de producción, Miguel Ángel Álvarez; producida por Alexis Fridman, Bill Rovzar y Fernando Rovzar; estudio: Lemon Films. Duración:154 minutos. Esta película es clase R (Restricted).
Protagonistas: Tony Dalton (Javier «Jaque»), Ana Claudia Talancón (Paulina Cabos), Pedro Armendariz Jr. (Oscar Cabos), Kristoff Razcinsky (Mudo), Raul Mendez (Botcha), Joaquín Cosio (Rubén «Mascarita»), Gustavo Sánchez Parra (Nico), Silverio Palacios (Tony «El Canibal»), Jacqueline Voltaire (Gabriela Cabos) y Rocio Verdejo (Lula).
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