La mala educación: retorno al planeta Almodóvar

Muy grandes expectativas había generado la última película del manchego más universal después de Don Quijote, tras haber obtenido un Oscar con cada una de las dos anteriores (al mejor guión original por Hable Con Ella y a la mejor película de habla no inglesa por Todo Sobre Mi Madre), por abordar el vidrioso tema de la pedofilia en el seno de la Iglesia Católica… y también, claro, porque Pedro es Pedro, la mayor vaca sagrada del cine europeo actual, y cada nuevo estreno suyo es un acontecimiento cultural mundial y una cult-movie instantánea por el simple hecho de llevar su firma, algo que le ha ocurrido a muy pocos cineastas (Fellini, Kubrick y no se me ocurre ninguno más; quizá Tarantino).

Lo malo de generar expectativas muy altas es que corres serio peligro de decepcionar. Y me temo que eso es lo que le pasa a La Mala Educación, que aunque no es una mala película queda bastante por debajo tanto de sus dos ilustres y oscarizadas predecesoras como de las expectativas creadas: no tiene apenas nada del prometido ajuste de cuentas anticlerical con la educación oscurantista impartida en colegios religiosos. La trama se pierde por otros intrincados, y menos arriesgados, vericuetos.

Y no es porque el guión sea simple. Al contrario, es realmente complicado, articulando cuatro historias en una estructura como de cajas chinas donde se quiere hablar de muchas cosas a la vez (la transición, la movida, la España Profunda, los colegios de curas, la pedofilia, el despertar al sexo, la infancia como patria perdida, el cine dentro del cine, la fuerza incontrolable de la pasión y el deseo) e inevitablemente se acaba hablando muy poco de cada una. Almodóvar dice que llevaba cerca de 10 años con este guión a cuestas, y que en principio era considerablemente más largo, y esto último se nota, sobre todo por el brusco final, cerrado con uno de los peores recursos narrativos del cine: los letreros explicativos. Tal parece que acabaron ahí porque ya llevaban una hora y cuarenta y cinco minutos de metraje y oye, tío, corta ya que esto se nos está alargando mucho.

La Mala Educación supone un regreso a ese lugar de colores chillones, pasiones fuera de cauce, esperpento y sex’n’drugs’n’bolero que conforman el entorno personal e intransferible del Planeta Almodóvar, un universo referencial que en Todo Sobre Mi Madre y Hable Con Ella parecía haber quedado un poco arrinconado en beneficio de una mayor profundidad e intensidad dramática. Aunque nunca ha llegado a desaparecer del todo: cuando menos te lo esperabas volvía de pronto a escena, como en esa anticlimática entrada en escena de Toni Cantó travestido al final de Todo Sobre Mi Madre. Ahora ese universo referencial vuelve a primer plano, pero sin la frescura de antes. Aquí Almodóvar, más que crear, se copia a sí mismo.

De hecho, La Mala Educación es una nueva versión corregida, pero no mejorada, de La Ley Del Deseo, en mi opinión uno de sus mejores trabajos, y esencial para entender ese viaje de la comedia gamberra al melodrama serio que es la filmografía del manchego. Aquí, como allí, el protagonista es un joven, moderno y homosexual director de cine, «alter ego» de Almodóvar (Pero Eusebio Poncela estaba mejor que el muy limitado Fele Martínez), metido por obra y gracia de un intrigante admirador en una trama que empieza como un melodrama a lo Douglas Sirk y se va convirtiendo en una intriga a lo Alfred Hitchcock. Aquí, como allí, hay un autoindulgente recurso al erotismo homosexual (mucho menos gratuito allí que aquí) y una escena que allí era accesoria y aquí es troncal: un transexual (Carmen Maura allí, Gael García Bernal aquí) entra en una capilla para pasar cuentas con el capellán que le iniciara en el sexo durante sus años escolares.

Donde la película brilla sin duda es la realización. Almodóvar sigue siendo un maestro indiscutible a la hora de decidir dónde poner la cámara, cómo componer un encuadre, cómo organizar una escena. También es reconocido su talento como director de actores, aunque aquí el capítulo interpretativo es bastante irregular: ya he dicho que considero a Fele Martínez un actor limitado, y hace una interpretación a la medida de su mediano talento. Mejor es Gael García Bernal (que hace lo que puede por andar con tacones sin tropezar, disimulando a la vez su acento mexicano), pero el complicado papel triple que le tocó en suerte se revela por encima de sus posibilidades.

Ambos actores tienen que apechugar encima con que sus respectivos personajes resulten más bien antipáticos, por engreídos y vanos. Paradójicamente, resulta más simpático el personaje del cura pedófilo, o cuando menos más humano, en cuanto que víctima trágica de la pasión y el deseo. Está interpretado, además, por dos actores excelentes que saben sacarle todos los matices: Daniel Jiménez Cacho y Lluís Homar. Este último, veterano habitante de los teatros barceloneses, consigue con aparente facilidad algo tan difícil como parecer a la vez inquietante y patético. Y no hay que olvidar a Javier Cámara, secundario de lujo, impagable como Agrado, el deslenguado travestí que en Todo Sobre Mi Madre interpretara Antonia San Juan. Y es que en las películas de Almodóvar es muy frecuente que los secundarios acaben robando la función. Eso sí, el éxito económico e internacional está asegurado. Ser una vaca sagrada es lo que tiene.

Producción: Dirigida por Pedro Almodovar; escrita por Pedro Almodovar, director de fotografía, José Luis Alcaine; editada por José Salcedo; música por Alberto Iglesias; producción ejecutiva, Esther García; producida por Agustín Almodovar; Estudio: TVE – Canal +.

Protagonistas: Gael García Bernal (Zahara/ángel/Juan), Fele Martínez (Enrique Goded), Francisco Boira (Ignacio), Javier Cámara (Paca/Paquito), Juan Fernández (Martín), Alberto Ferreiro (Enrique Serrano), Raúl García Forneiro (Enrique niño); Daniel Giménez Cacho (Padre Manolo) y Lluís Homar (Sr. Berenguer).

 

Enlaces de interés

 

1. Website oficial de «La Mala Educación»


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