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Inxilios (5)

Fervor del Quijote: 1605-2005 - IV Centenario

Toda la presente modernidad de España y América, todos los dispositivos pos modernos del pensamiento teórico y académico, todos los artistas de buena voluntad de la tierra y todos los lectores agradecidos de nuestra época se preparan para recibir, dentro de unos escasos meses, con festejos, discursos, concursos, revistas impresas o digitales y plataformas conmemorativas, a la feliz fecha del Cuatrocientos Aniversario de una publicación castellana dedicada al Duque de Béjar en 1605.

Crónicas desde mi inxilio

Comienzo estas líneas invitando al futuro lector de estas crónicas para que me acompañe a meditar sobre la palabra que le da título a mi columna. En la que intento acercarme a la etimología imposible de un vocablo completamente inventado, en esa sonora soledad donde todo creador es como una suerte de Penélope, condenado a hilvanar y deshilvanar infinitamente su propio lenguaje, del mismo modo que la reina de Ítaca, según nos cuenta La Odisea, lo hacía cada noche con su tela mientras escrutaba con incertidumbre el oscuro horizonte mediterráneo.

"Este triste tiempo de putas" que nos ha tocado vivir. La última de García Márquez

Existe en nuestra civilización de Occidente algo que se llama tradición literaria. Que involucra en nuestras sociedades al autor de libros y al lector en un recíproco juego formal previamente convenido, el cual es quien habilita para los dos la posibilidad misma de la existencia de la literatura. La literatura entendida como el inevitable marco formal para una doble posibilidad del todo indisoluble: los consabidos actos de escritura y de lectura. Ambos momentos deben ajustarse a un previo acuerdo. Al respeto mutuo a un código originalmente arbitrario, más legitimado por el peso de la tradición. Sin ese pacto, que es sin duda social, la literatura, ni ninguna de las otras formas del arte, sería concebible.

La ciudad del hombre: en el centenario del nacimiento de Neruda

AMÉRICA, no invoco tu nombre en vano. Cuando sujeto al corazón la espada, cuando aguanto en el alma la gotera, cuando por las ventanas un nuevo día tuyo me penetra, soy y estoy en la luz que me produce, vivo en la sombra que me determina, duermo y despierto en tu esencial aurora: dulce como las uvas, y terrible, conductor del azúcar y el castigo, empapado en esperma de tu especie, amamantado en sangre de tu herencia. Pablo Neruda
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